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Tambo del Inka: rumbo al sueño de conocer Machu Picchu

El sueño de conocer Machu Picchu: esta travesía inicia con una remembranza, con aquel recuerdo que dialoga intensamente con nuestra pequeña niña viajera. Aquella que siempre pensó en Machu Picchu como uno de los lugares a los que sería indispensable acudir para olvidarse del mundo... y tal vez, para comprenderlo mejor.

Parte de esa comprensión, de hecho, viene dada por el misticismo, y en gran medida por las valiosas lecciones que nos han heredado los Incas, cuyo legado se inició en 1200 d.C, y continúa redescubriéndose en cada punto cardinal de Perú.

Tras dejarnos cautivar por un recorrido de 48 horas en Lima, un primer paisaje a bordo del vuelo matutino rumbo al Aeropuerto Internacional Alejandro Velasco Astete labra las nubes más prístinas. A la vez que se encarga de adentrarnos en Urubamba, una de las trece provincias que conforman el departamento de Cusco.

Bienvenidos a Cusco. Bienvenidos al sueño de conocer Machu Picchu. Y a la aventura indómita que sucumbe ante la desconexión y el lujo más intrínseco en Tambo del Inka, a Luxury Collection Resort & Spa, en el Valle Sagrado de los Incas.

A 2700 metros de altura, el entorno de un hotel inmerso en los Andes peruanos, y a orillas del río Urubamba, nos envuelve. Su majestuosidad y carácter inspirado en la arquitectura Inca de la región con el sello de la firma del arquitecto peruano Bernardo Fort-Brescia y el estudio argentino Caparra Entelman, permite que acontezca un primer momento de fascinación.

Son sus imponentes estructuras revestidas de madera certificada, las que consiguen bosquejar árboles creciendo dentro de un paraje de exquisita calidez y magnificencia, entre una chimenea de piedra y gigantescos quipus y jarrones que se tornan tan esplendorosos como las vistas que florecen detrás de cada ventanal.

Sumidos en una propiedad de dos hectáreas que asegura un contacto inacabable con la naturaleza, sentimos que estamos en el enclave perfecto para vivenciar la vasta riqueza cultural de la región. Y en particular dejarnos seducir por las experiencias gastronómicas concebidas para disfrutar de Cusco como un local.

Con ello en mente, no es de extrañar que el apetito nos conduzca a Kiri Bar. Un sitio donde las paredes de madera y ónix peruano crean un ambiente sumamente cálido en Urubamba. Allí no faltan los aperitivos, las hamburguesas, los snacks y el ceviche Nikkei con palta que nos da la bienvenida. Además de que el espacio funciona hasta las 23 horas, cuenta con un salón de juego contiguo para los niños.

La energía que emana el Valle Sagrado durante los primeros minutos se torna entrañable, llegando a destilar su halo más evocador al sumergirnos en la habitación Deluxe con terraza, un fascinante hogar con vistas de los Andes y el río Vilcanota el mismo que se extiende hasta el Amazonas desde un balcón privado.

Las 128 habitaciones de Tambo del Inka abren un discurso de contemporaneidad inequívoca, omnipresente en todo el lugar y complementado en cada una de las categorías (Deluxe, Deluxe Terrace, Suite y Suite Senior) con detalles místicos, un baño de mármol, vestidor y una mesa de comedor para seis personas en el caso de la Suite Senior.

Más allá de las características lujosas y abrazadoras de las habitaciones, hace mucho tiempo no sentía una serenidad similar a la que experimenté ese mismo día de mi llegada a Urubamba, cuando me recosté unos minutos en el sofá de la terraza para contemplar el atardecer.

Una manta en tono gris apacible fue mi compañera infalible para combatir un pequeño descenso de temperatura, con un paisaje dispuesto a envolverme con su inmensidad, y construir un inverosímil oasis de paz ante mis ojos. Así como ante mi corazón viajero.

Algunas horas antes de que ello suceda, tenía lugar un momento gastronómico que nos haría saborear una de las propuestas más notables de Tambo del Inka: la experiencia abierta para todo el público 'del huerto a la mesa', un lienzo de sostenibilidad, y pasiones que se ciñen en torno a un fuego de leña.

Semejante expresión culinaria se vería engrandecida por el descubrimiento de un huerto de 6000 metros cuadrados. Bajo la dirección de la bióloga Gloria Calatayud y el equipo del hotel, el huerto cuenta con certificación orgánica desde 2019, y sirve para proveer entre el 70 y 80 % de los vegetales que se consumen allí, como también las flores comestibles y aquellas destinadas para elevar el encanto de las habitaciones.

¿Qué encontramos en este espacio libre de pesticidas y químicos? Papaya, hierbas andinas, pera, hinojo, romero, zanahorias, palta, albahaca y tomate cherry, entre muchos otros. Sin duda, un proyecto que resume su propósito de aminorar la distancia entre los productos y la mesa, mejor conocido como kilómetro cero.

Tras recolectar los ingredientes orgánicos del huerto, el chef Hermógenes Laurel se disponía a sorprendernos a orillas del río Vilcanota. Y el primer representante de un almuerzo en armonía con la naturaleza es un ice tea tambo con muña (planta andina). De hecho, el secreto mejor guardado para el mal de altura.

Nos acompañaría una ensalada con palmito, lechuga, aguaymanto (conocido como fruta nativa desde la época de los Incas), zanahorias, y otra a base de quinoa con hongos. Por supuesto, todo preparado con vegetales del huerto.

Si se trata de degustar el corazón gastronómico, no pasarán inadvertidas las tres especialidades: una trucha de Pumahuanca, pechuga de pollo con ostión y soya, y solomillo de ternera. Mención especial merece la torta tres leches de chocolate con fresas del Valle Sagrado.

De regreso al lobby por la naturaleza y echando un vistazo al privilegiado espacio donde se estaba organizando una boda, el chef expresa que la experiencia se puede moldear según las preferencias de los comensales.

Y que otra alternativa más que sugerente es la experiencia cinco fuegos, donde los sabores de los Andes se entretejen en diferentes tipos de cocción: caja china, cilindro, parrilla, horno de barro y pachamanca, ese estilo de colocar las carnes con los vegetales debajo de la tierra que deviene de los Incas.

Salpicado por una parte incaica, una parte mística y una cultural, Tambo del Inka condecoraba nuestro primer día con un plan que bien resume su idiosincrasia: la demostración de tejedoras locales.

Conocer a Isabel, una mujer oriunda de Chincheros un pueblo históricamente de índole textil, forma parte de un viaje del saber hacia el paso a paso de los tejidos, y también nos sumerge en cómo lo han incorporado en su vida a partir de los 5 años de edad.

El amplio abanico de experiencias culturales interactivas se extienden desde la degustación de pisco, pasando por la preparación de las salsas andinas, hasta el horneado de pan casero y las clases de mixología para los amantes del gin & tonic.

El bagaje cultural de este singular paraje comienza a asimilarse al perecer el ocaso, preparándonos para un nuevo día que nos verá viajar en el tiempo hasta toparnos con las raíces más intrínsecas de los Incas.

Tras haber degustado unas tostadas francesas inolvidables, estamos listos para una nueva hazaña con el operador de tours Venturia. Viajamos desde el hotel a la estación Ollantaytambo durante 30 minutos, y cogemos el tren de las 7.45 AM (se recomienda llegar media hora antes).

Llevamos pasaporte, y, tal como nos aconsejan, algunas capas de prendas que guardaremos en el locker durante el día. La temporada seca (de abril a octubre), es la época ideal para visitar Machu Picchu, porque las nubes no se hallan tan bajas, como tal vez ocurre en la temporada de lluvia, de noviembre a abril.

Si bien el Camino Inca constituye la verdadera quintaesencia de Perú, el espíritu se mantiene en su punto álgido cada segundo de la hora y media que nos demoramos en llegar al pueblo de Machu Picchu, tanto por los espectaculares paisajes circundantes, como por el show que aviva su cultura.

Yamilet Ale Yabar, una de las guías de Venturia, nos estaba esperando al descender del tren, con una emoción que es tan notoria como la magia que se siente al embarcarse a la ciudadela con el bus. En aquel ascenso, la montaña joven y la montaña Putucusi nos dan la bienvenida definitiva de un paisaje sin límites.

"Esta ciudad, que ha tomado de 40 a 50 años en erigirse, no ha sido una ciudad simple, ha sido una ciudad preparada, con su mística relacionada a sus creencias religiosas y espirituales", explica Yamilet mientras recorremos su interior.

"En una de sus entradas hay pinturas rupestres que datan de épocas preincaicas, y ese uno de los motivos por los que se asentaron aquí. A pesar de que la montaña presenta fallas geológicas, ellos siempre aprovecharon lugares que consideraban como ceremoniales".

Se respira libertad en la antigua ciudadela inca. María Belén ArchettoMientras exploramos la parte media, observamos las habitaciones de los sacerdotes, en tanto que la parte alta resulta emblemática por sitios ceremoniales como el Templo de las Tres Ventanas y el Templo del Cóndor. "Desde luego, el trabajo es más fino a medida que las habitaciones cobran importancia".

El Templo de las Tres Ventanas, por su parte, indica que para los Incas había tres mundos: el cielo, la tierra y el mundo de los muertos; representados por el cóndor, el puma y la serpiente en ese orden.

"La serpiente es del más allá, porque se ocultaba, no era un mal elemento. Para los Incas, los tres tienen que estar en armonía, era su forma de ver el mundo y decidían rendirle tributo a todos estos".

Un puñado de la energía de Machu Picchu se nos ha de impregnar cuando nos despedimos de la ciudadela, sin dejar de estar latente al visitar el pueblo de Machu Picchu, y en particular al mirar el periplo en retrospectiva.

Regresamos a Tambo del Inka por la misma ruta, y nos dirigimos (sin escalas) a su piscina de 30 grados con vistas. La naturaleza que nos rodea evoca un nado placentero, un descanso anhelado en el primer hotel de Perú en obtener la certificación LEED.

Con 1800 metros cuadrados divididos en dos pisos, el Spa Kallpa es nuestro sitio, y su circuito termal con camas subacuáticas, jacuzzis, sauna seco, una sala de masajes para parejas con bañera de hidromasaje y terapias como envolturas, es todo lo que buscas en una tarde de serenidad absoluta.

Cuando ya pensábamos que no podíamos encontrar nada mejor en Urubamba, nos sorprenden con un masaje de 90 minutos. Un tratamiento que contribuye a relajar cada músculo con sus diferentes técnicas, ofreciendo una renovación total después de un día en Machu Picchu.

El Spa Kallpa conquista con una piscina, dos jacuzzis y un amplio abanico de tratamientos. Marriott International

No cabe duda de que Tambo del Inka pertenece al Valle Sagrado, y el Valle Sagrado pertenece a Tambo del Inka, juntos reescribiendo la historia de la sostenibilidad, de los pueblos aledaños, de la gente local que vuelca allí su ímpetu, y de la gastronomía heredada de los Incas que trasciende de generación en generación.

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