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El esplendor de la diversidad

Vida salvaje, naturaleza agreste, polifacética población, ciudades encantadoras, generosos viñedos, gastronomía y hotelería de alta gama conforman la esencia sudafricana. Península del Cabo Buena Esperanza, las rutas del vino, costa Overberg, Ruta Jardín y un safari, sus magníficas expresiones.

Sudáfrica es una fiesta para los sentidos: desde Ciudad del Cabo a Port Elizabeth, sedes mundialistas de las provincias del Cabo Occidental y Oriental, distantes ochocientos kilómetros, invita a vivir experiencias memorables en escenarios espectaculares.

Una ordenada red vial y el respeto por las normas de tránsito permite trasladarse por la región en automóvil casi sin sofocón. Casi, porque en las rutas a veces no hay estaciones de servicio por cientos de kilómetros, y sí en cambio, personas caminando; otras que hacen dedo y muestran billetes (Rands) para ser transportados. Previenen no llevarlos, al igual que transitar por zonas no muy frecuentadas, sobre todo de noche, y alardear, una actitud que, como en cualquier punto del planeta, puede complicar la estadía. 

Los sudafricanos conducen por la derecha, llaman robot al semáforo y cenan temprano. Muchas mujeres visten colorido y cubren su cabeza con turbantes, pañuelos, sombreros o gorros de lana; y donde sea, alguien siempre mueve el cuerpo al compás de la música. Bailan, bailan y bailan; contagian ritmo. Incluso al hablar.

En el sur, entre los once idiomas oficializados del país, se oye afrikaans, de la etnia colonizadora holandesa, inglés o xhosa, cuyo lenguaje de origen Bantú suena curioso por sus continuos gemidos y chasquidos de lengua, símil galope.

Su joven democracia no oculta rastros de apartheid, alto desempleo, falta de transporte público y townships -precarios asentamientos informales cuyas casillas parecen cajas de cartón- para unos; autos nuevos, mansiones lujosas y negocios rentables para otros.

La hermosa Ciudad del Cabo, sita al sudoeste del país, oficia de entrada para comenzar a descubrir un territorio que altera percepciones a cada instante. 

Capital del Cabo Occidental, y primer enclave europeo en África Subsahariana, deslumbran el emplazamiento -al borde del mar y a pies de su símbolo, la Montaña de la Mesa- y su carácter cosmopolita, cuya cultura y arquitectura fusionan África, Europa y Asia.  

En City Bowl, el centro urbano, la personalidad la manifiestan la National Art Gallery, el South African Museum y el District Six Museum, además de edificios como el Parlamento, la catedral de St. George o la Gran Sinagoga. Alrededor de Long Street, siempre centro, mercados llamativos como Green Market, bares, tiendas de moda, librerías y restaurantes. Se destacan también el castillo Buena Esperanza; el colorido y pintoresco barrio Bo Kaap -habitado por malayos, ubicado en las faldas de la colina Signal Hill; y el V&A Waterfront, puerto y marina reciclado con lujosos hoteles, departamentos y shoppings. La histórica Torre del Reloj, el acuario, negocios de primer nivel, artistas callejeros y muy buena gastronomía hacen de V&A Waterfront un polo magnético. La rica oferta cultural se complementa con mágica naturaleza.

Agitar sentidos

Inmersa en Península del Cabo Buena Esperanza, Ciudad del Cabo provee contacto permanente con el entorno: mar zafiro, playas amigables y magnéticas montañas.

Lo dimensiona una de sus mayores atracciones, la Montaña de la Mesa, ascendiendo a su cima plana por un teleférico de piso giratorio, que traza panoramas magníficos en 360º. 

Desde arriba, la ciudad late sobre una cuenca junto al océano Atlántico infinito, mientras hacia al sur las montañas Doce Apóstoles se internan abruptas en el mar. Al norte, en medio de las gélidas aguas, la icónica Robben Island, lugar de detención del Nobel de la Paz Nelson Mandela, cuenta parte de la historia del país.

Ya en tierra, el litoral oeste, desde Green Point, sede del Estadio Mundialista, hacia el sur, cobija zonas residenciales y playas afamadas como Clifton, Llandudno, la nudista Sandy Bay o Hout Bay, además de Chapman?s Peak, excepcional ruta costera que lleva hacia el sur, reino de la Reserva Natural del  Cabo Buena Esperanza. 

La ribera este, junto a la Bahía Falsa, distribuye enclaves sublimes como playa  Boulders, colonia de pingüinos, y pueblos costeros como Simon's Town, Fish Hoek, Kalk Bay y Muizenberg. 

Como se recorra y donde se pase, Península del Cabo Buena Esperanza consagra Ciudad del Cabo. La Ruta del Vino y la Costa Overberg amplifican su gracia y la sudafricana.

El primer circuito, vivencia gourmet superlativa, agasaja con ciudades de cuento, gustosos varietales y gastronomía de alta gama. Comprende la coqueta Constantia, rebosante de viñas, arquitectura holandesa e innumerables cavas y bodegas donde degustar sabrosos vinos. Sigue en Stellenbosch, hermoso valle rodeado de montañas, corazón de la cultura Afrikaner y centro de la industria vitivinícola nacional. Bodegas productoras de gamas galardonadas invitan a catar el fruto de su tierra. El periplo cierra en Franschhoek, pueblo de reminiscencias galas y meca culinaria sudafricana con más de 40 establecimientos para disfrutar de exquisitos tintos, blancos o rosados. Las rutas del vino, con sabor, enaltecen Cabo Occidental y Sudáfrica. 

A dos horas de Ciudad del Cabo, Costa Overberg propone montañas, océanos, ciudades balnearias, frutos de mar y sobre todo ballenas, tiburones blancos y Cabo Agulhas, punto más austral de África. 

El alma de Overberg, la elegante localidad de Hermanus, levantada sobre acantilados, seduce con panoramas marinos surrealistas y el avistaje de Ballenas Francas Australes, visitantes ilustres que llegan de julio a diciembre y pasean a muy poca distancia de la costa. 

Otro destacado de Overberg es Gansbaai, enclave que acerca al gran tiburón blanco. La instancia única de quedar cara a cara con estos predadores marinos, sin riesgos ya que se realiza a través del buceo en jaula, depara una descarga de adrenalina inigualable que hace célebre a este sitio.  

Por último, Cabo Agulhas, con paisaje inspirador, un faro y la confluencia del océano Atlántico con el impetuoso Índico garantiza que Overberg distingue al Cabo Occidental. Sumando Ruta Jardín y más vida salvaje a través de un safari, Sudáfrica trasciende.

Expresiones auténticas

La famosa Ruta Jardín, yendo a la provincia del Cabo Oriental hacia el este, es una sucesión de lagos, montañas, colinas y densos bosques, con suelos teñidos del violeta de las lavandas, ríos que descienden hacia el mar y extensas playas de arenas blancas. 

Sus principales atractivos son los balnearios de Mossel Bay, Wilderness, Knysna, Plettenberg Bay y el Parque Nacional Tsitsikamma, hasta finalizar en otra sede mundialista, Port Elizabeth, amigable ciudad portuaria, ensamble de playas abiertas y arquitectura victoriana. Cada uno de ellos amerita la visita. 

Este circuito depara un clima excepcional, playas de oro, bellas vistas sobre el océano Índico, deliciosa gastronomía marina y refugios perfectos para el ocio, el turismo aventura y el avistaje de ballenas. Simplemente, otro imperdible del país. 

El viaje por Cabo Oriental concluye en el Parque Nacional Addo Elephant, lugar libre de paludismo, que conserva doce mil hectáreas de sabana y es hogar de fauna variada y de la más densa población de elefantes en la tierra. 

Situado a 72 kilómetros de Port Elizabeth, tierra adentro, Addo plasma una vasta superficie ondulada, cubierta de praderas, montes y vegetación achaparrada, donde pastan libremente diversas especies. 

En medio de la inmensidad, el lodge Gorah Camp hospeda en soberbias tiendas de campaña, confeccionadas con paredes y puerta de lona, techo de paja y pisos de madera. Permiten gozar una valiosa armonía con el medio ambiente a cada instante, ya que junto a la casa principal, donde funcionan la recepción y el restaurante, centenares de senderos marcan huellas de animales hacia el estanque contiguo, donde elefantes, gacelas, búfalos del Cabo, cebras y jabalíes, siempre por turnos, acuden en busca del vital elemento. Leones, hienas, rinocerontes, chacales, kuddus y suricatas también pueden observarse, pero suelen esconderse muy bien. La mejor opción para encontrarlos son los safaris que arrancan bien temprano por la mañana. A bordo de vehículos acondicionados para la ocasión, guías naturalistas conducen a través de caminos que sólo ellos conocen y descubren siluetas fantásticas. Extensas llanuras, árboles solitarios, manadas de elefantes, leones relamiendo sus presas, chacales acechando, tortugas gigantes y aves de todos los colores y tamaños no escapan a los ojos expertos. Cerca del mediodía, cuando lo suscitado queda registrado por siempre, se corona el safari con un picnic.

Almuerzo abundante, animales vagando por allí, una siesta, té inglés y un safari vespertino con respectivo picnic, conforman la rutina diaria en esta parte del planeta. 

En un escenario increíble, con fauna espectacular, el parque Addo enseña libertad en su máxima expresión. Mediante travesías y magníficas secuencias genera bienestar al espíritu. Una constante en todos los circuitos que entrelazan Cabo Occidental y Cabo Oriental, ya que entregan diversidad en todo su esplendor, el gran legado sudafricano. 

Esteban Eliaszevich

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