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Memorias del vino

Un viaje por los Valles Calchaquíes permite profundizar en la cultura enológica norteña, desde los viñedos hasta el deleite de catar una copa de torrontés en medio de las montañas, pasando por el nuevo Museo de la Vid y el Vino donde coexisten pasado y presente de la noble bebida.

Elixir ponderado por civilizaciones de todos los tiempos, el vino es objeto de culto, protagonista de celebraciones y ahora también motivo de tributo en el Museo de la Vid y el Vino, recientemente inaugurado en la ciudad de Cafayate. 

Descubrir los orígenes de la tradición vitivinícola en los Valles Calchaquíes implica remontarse al siglo XVIII, cuando la orden jesuita introdujo en la región el cultivo de la vid. Desde entonces, la provincia de Salta ha venido deleitando y perfeccionando sus brebajes, transformando a la cepa torrontés en su uva blanca insignia y ofreciendo una Ruta del Vino que llama a despertar los sentidos entre montañas y diáfanos cielos.  

El Museo de la Vid y el Vino suma una original e interactiva iniciativa al circuito de turismo enológico norteño y permite revivir los distintos momentos de la creación del vino, desde el nacimiento de la vid hasta que el zumo despliega sus sabores, aromas y colores en una copa.

El nuevo espacio, reducto ineludible para quienes aman el arte del buen beber,  integra las instalaciones del anterior Museo del Vino que funcionaba en Cafayate con dos edificios de moderna arquitectura y áreas de exposición.

La visita comprende un repaso por el legado vitivinícola de los valles, desde las antiguas culturas, la etapa de los jesuitas, los pioneros y primeros bodegueros hasta el presente y futuro del vino a través de dos salas denominadas Memorias de la Vid y Memoria del Vino. A través de innovadoras técnicas de exhibición, efectos escénicos, lumínicos, programas multimedia y presentaciones audiovisuales se toma contacto con diferentes escenas relacionadas al sol, el agua, el trabajo del hombre y los viñedos más altos del mundo. También hay sectores destinados a describir las bondades del clima y suelos de Cafayate, artífices de la calidad y particularidad de los vinos locales y sobre el final del paseo el propio vino, en primera persona, cuenta su historia sobre la tierra mediante un film.

El recorrido permite inmiscuirse en los secretos y procesos de los vinos de altura y en las variedades emblemáticas de los Valles Calchaquíes, como torrontés, cabernet sauvignon, malbec y tanat, entre otras. La última sección del museo, denominada El Vino cuenta su historia, ofrece una propuesta multimedia que sintetiza el proceso de la elaboración.

Conjugando producción, cultura, tecnología y el trabajo mancomunado del sector público y privado, este atractivo turístico se posiciona como un museo de vanguardia por su temática y tecnología, que rinde un claro homenaje al vino, declarado Bebida Nacional en noviembre de 2010. 

Encanto calchaquí 

Valles, quebradas y cerros multicolores enmarcan a la Ruta del Vino salteña. Con más de 300 días de sol por año, los Valles Calchaquíes son un oasis vitivinícola donde se suceden antiguos poblados, plantaciones de altura, bodegas y vinos de renombre internacional con numerosas distinciones en su haber. 

Testigos silenciosos de culturas milenarias, estas tierras reúnen viñedos a lo largo de más de 1.800 hectáreas entre las localidades de Cafayate, San Carlos, Angastaco, Molinos y Cachi. Como particularidad, las plantaciones se ubican entre los 1.750 y los 3.015 metros de altura sobre el nivel del mar. Además, por las propiedades del clima, suelo y la edad de los viñedos, sus variedades concentran más aromas y colores que los productos de otras regiones vitivinícolas, llevando así un carácter propio.  

La cepa emblemática es el torrontés, un vino blanco caracterizado por su intenso aroma y sabor frutados, mientras que entre los tintos se destacan el cabernet sauvignon y el malbec.  

Dentro de la ruta, el viajero puede emprender tours por las bodegas, catas de vino con los enólogos de cada establecimiento, participar en programas especiales gourmet y de cosecha, tomar tratamientos de vinoterapia en selectos spas y alojarse en exclusivos hoteles enclavados entre viñas. Gratificantes experiencias que brinda el mundo del vino, un universo que puede comprenderse mejor tras recorrer el Museo de la Vid y el Vino. 

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