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Original, única, dueña de un patrimonio arquitectónico y cultural de enorme riqueza, La Serenissima es una ciudad que invita a transitar sus legendarios callejones de piedra y de agua, por los que navegan eternos amantes de la historia, el arte, y el romanticismo. Recorrerla es enamorarse de esa singularidad que la consagró en todo el mundo.
Venecia
es un lugar que se conoce, aunque uno jamás haya estado ahí. Su imagen resulta
cercana por alguna pintura de Canaletto; se siente su estirpe de navegantes por
aquel Marco Polo siempre presto a partir hacia Oriente; su costado romántico
por ese Giacomo Casanova escapando de un marido celoso; y su riqueza por los mercaderes
y Otelo el Moro, de William Shakespeare; mitad cuento de hadas, mitad trampa
para turistas la llamó Thomas Mann. Venecia, cuando se la conoce en persona
supera todo lo imaginable.
Su enorme legado para la humanidad, su fisonomía incomparable, lo prodigioso de sus formas y la sucesión de vistas inesperadas a cada segundo contribuyen a generar ese impacto en el viajero. Y son las razones que la han hecho trascender siglos y fronteras, las que logran que multitudes de visitantes caigan rendidos ante sus magníficos atributos, reinventando cada día su mito.
Llamada
Serenissima
La capital
de la región de Véneto se extiende sobre 120 islas, unidas
entre sí por 455 puentes y recorridas por 177 canales, y que emergen de una
amplia laguna situada entre la tierra firme y el mar Adriático.
La zona
de San Marco, núcleo de la ciudad desde su fundación, es
el sitio ideal para alojarse y salir a descubrir los múltiples puntos de
interés que exaltan la gracia veneciana. Andando, por supuesto, entre calles laberínticas, revestidas de
bares y tiendas de máscaras, joyas o sedas, además de cualquier otro rubro
comercial que pueda ser imaginado. No importa cuál sea el rumbo elegido para
caminar Venecia, el primer sitio para explorar será la Piazza
y la Piazzeta San Marco. Deslumbrantes desde dónde se las mire.
De cara al Gran Canal, la Piazzeta San Marco se engalana con el Palacio Ducal, las Columnas
de San Marco y San Teodoro; un poco más allá un muelle y embarcaderos de góndolas;
desde otro ángulo, las mejores panorámicas de las iglesias Sta. María Della Salute y San
Giorgio Maggiore.
Por su
parte, Piazza San Marco se exhibe bordeada por
residencias de los siglos XVI y XVII, rebosantes de arcadas. Bares, palomas y
turistas también forman parte del contexto, pero la atención del viajero atento
se orientará hacia la Torre del Reloj, el Campanario y la Basílica de San
Marcos. Monumental y alucinante, la basílica
se luce con sus aires bizantinos, sus cinco
cúpulas y sus más de
Construida para albergar el cuerpo de San
Marcos, traído desde Alejandría
en una gesta fundacional para el prestigio veneciano, es dueña de un interior
soberbio. Resaltan en la cúpula
principal las escenas del Nuevo Testamento; el atrio, por su parte, llama la
atención con montajes del Antiguo Testamento; mientras debajo del altar, reposa
el patrono. Los cuatro caballos de
bronce bañados en oro, obtenidos como botín en la cuarta cruzada y cuyas réplicas
asoman en el balcón abierto a la Plaza de San Marcos,
se encuentran en el museo. Tan espléndido como la basílica es el Palacio Ducal.
Asiento de los Dux, quienes gobernaron Venecia por mil años, y de admirable arquitectura
bizantina, gótica y renacentista, atesora "El Paraíso" de Tintoretto,
el mayor lienzo del mundo. Vale la pena visitar la armería del palacio, poblada
de artefactos y armaduras de diversas épocas; o la Bocca di Leone, el buzón de
denuncias anónimas, además de la prisión. Finalmente, merece ser visto el afamado
Puente de los Suspiros, una obra estilo barroco del siglo XVII, por donde
pasaban los condenados cantando sus últimas.
El Campanario, edificio más alto de la ciudad y proveedor de panoramas sublimes; la Torre del Reloj, que en estilo renacentista marca horas, fases de la luna y zodíaco, y la Piazzetta Dei Leoncini, con dos leones de mármol del siglo XVIII, completan Plaza San Marcos; un conjunto para el recuerdo, al que se vuelve una y otra vez.
La gran conquistadora
Influencias bizantinas, moriscas, góticas, barrocas y renacentistas, detalladas en
arcadas ondulantes, ventanas ojivales coronadas de
tréboles, sobrias columnas y cantidad de cúpulas, han hecho a Venecia. Lo mismo las movedizas aguas verdes, que aportan naturaleza, dinamismo y sentido de
profundidad.
Nada mejor que recorrer el Gran Canal para comprobarlo. Con
su forma de "ese" invertida, divide
en dos la ciudad y, a lo largo de sus 4 kilómetros, permite apreciar 500 años de historia.
Puede recorrerse en góndola - ideal para
románticos- o en vaporetto, esas embarcaciones colectivas como las de la Línea
1, que navegan lentamente y dejan ver la pintoresca monumentalidad, elegancia y aristocracia
propias de Venecia.
Desde Vallareso, vecino a Plaza San Marcos,
hasta el Piazzale Roma, el trayecto pasa bajo los cuatro puentes que cruzan el
Canal: Accademia, Rialto, Scalzi y Della Constituzione. En ambas riberas, compiten por las miradas frentes coloridos y soberbios
ejemplares de arquitectura veneciana, traducidos en
fastuosas iglesias y palacios fenomenales. El Gran Canal debe vivirse de día y
de noche, porque conmueve en cada versión.
Ya en tierra, entre pasadizos laberínticos y callecitas
estrechas, encajonados entre muros por donde a veces sólo asoma un pedacito de
cielo, aguardan más encantos.
En la
zona de San Marco, además de la plaza, seducen la Iglesia San Zulian, el Teatro
La Fenice y los Campos San Stefano, Samuele, San Angelo y Manin.
Vecino
a San Marco, al Oeste, el barrio Cannaregio amerita la
visita por el Gueto Vecchio, primera judería de Europa, que data de 1516. Un
memorial del holocausto, el museo Judío, y sus cinco sinagogas, invitan a
conocerlo.
Al Este, el barrio Castello presenta el
arsenal, el enclave de la Bienal de Arte y Festival de Cine y el museo Peggy Guggenheim, sito en la casa de
los leones y dueño de obras de Dalí, Picasso y grandes artistas del siglo XX.
Del
otro lado del Gran Canal, los barrios San Polo y Dorsoduro imponen su esencia.
El
primero por el Puente Rialto, el más viejo de la ciudad; pero
también por el Mercado Rialto, muy vivaz por las mañanas, y por Campo San Polo, la iglesia Dei Frari y la
Escuela San Rocco.
En Dorsoduro, se ubica el Palacio Ca? Rezzonico, quizás uno de los edificios más bonitos de Venecia, lo que es decir mucho. Otros vecinos ilustres son la imponente Iglesia Sta. María Della Salute y la Gallería Dell?Accademia, con la colección más importante de arte veneciano y grandes obras de Bellini, Tiziano, Veronese y Tintoretto, además de dibujos de Leonardo da Vinci y esbozos de Canaletto.
Cautiva a todo el mundo
Venecia hasta aquí, y al cabo de varias
jornadas, fascina por decorados y artes.
Pero ciertos rasgos culturales también la
diferencian. Góndolas y gondoleros son parte de este asunto, ya que el bote
largo y estrecho que se desliza por los canales desde hace siglos, además de
ser una herramienta de trabajo hereditaria, por primera vez en 900 años cuenta
con una mujer en la proa.
Asimismo, comidas y bebidas típicas hablan de
la ciudad. En sus bares priman los Cichetti, especie de tapas españolas, y los aperitivos,
entre los que se llevan las palmas los Spritz y Bellinis.
Sucede lo mismo con algunos de sus eventos y
festividades. Los más renombrados son el Festival de Cine, donde se entrega el
León de Oro; y la Regata Histórica, espectacular procesión de barcas antiguas
con la tripulación vestida con trajes de época, ambos en septiembre; pero el
superlativo es el carnaval de febrero, famoso en todo el mundo por su
elegancia, antigüedad, grandes desfiles y bailes de disfraces. Durante su
celebración, Venecia recibe más turistas que de costumbre.
Por último, también valorizan el destino las islas
aledañas con sus señas particulares.
Vecina al Canal
Della Giudecca, la isla San Giorgio
Maggiore convoca por su iglesia y mirador, desde donde se obtienen vistas
inolvidables de toda Venecia.
Otra isla a visitar es Murano, famosa por su
cristalería, las lámparas, el papel y los encajes. Además de las fábricas de
cristal, otras atracciones de la isla son la Iglesia de Santa María y San
Donato, con mosaicos bizantinos del siglo XII; la Iglesia de San Pietro Martire, con obras de
Tintoretto y Bellini; el Palacio da Mula
y, finalmente, el Palacio Giustiniani,
albergue del Museo del Cristal.
El periplo en el destino, luego de días
intensos, cierra en las arenas de la Isla del Lido.
Esta barrera natural entre Venecia y el mar
Adriático, propone gozar de la playa, comer pescado fresco en la zona de Malamocco, o bien visitar el monasterio
y la iglesia de San Nicolo, de 1044 o el Cementerio Judío, que data de 1386.
Tantas actividades y sitios de interés
sustentan la magia de este lugar extravagante y maravilloso, que ofrece
múltiples opciones para pasarla bien.
Así, Venecia comparte su mayor tesoro: pasado glorioso y presente único. Un aporte invalorable de historia, arte y cultura que cautiva el alma de todo visitante.
Hoja de ruta:
Cómo llegar: Buenos Aires-Venecia; Air Europa (www.aireuropa.com)
Dónde
alojarse: Luna Hotel Baglioni, San Marco 1243 (www.baglionihotels.com)
Dónde
comer: Trattoria Agli Artisti, Ruga Giuffa 4835 (www.trattoriaagliartisti.it); Osteria
Alle Testiere, Calle del Mondo Novo (www.osterialletestiere.it);
Restaurant Sommariva, Riva del Rin 731 (www.sommarivarestaurant.it);
Restaurant Oniga, Campo San Barnaba 2852 (www.oniga.it);
Osteria Antico Dolo, Ruga Rialto 778 (www.anticodolo.it)
Esteban Eliaszevich
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