Aventuras con estilo VOLVER

Ilusiones en el Litoral

De las Cataratas del Iguazú a los Esteros del Iberá ambientes originales y fascinantes atrapan al viajero con la exuberancia de sus paisajes y la riqueza de su fauna carismática e infinita. Unir estos rincones únicos es enamorarse un poco más de la Argentina.

Hay en un vértice de Misiones un río que salta al vacío y en su caída llena el aire de nubes que no son tales; un río que se exhibe amenazante, pero que recibe más visitas que cualquier otro sitio en la región.  Muy cerca, hay en el corazón de Corrientes una tierra que no es tal; está rodeada de la ilusión de una gran laguna que se muestra inabarcable pero es apenas profunda; mienten,  simulan, confunden las aguas y la tierra. Una vegetación tenaz, exuberante y diversa se entrelaza para soportar tales engaños,  que no solo alcanzan a viajeros desprevenidos. Lobitos de río, yacarés,  ciervos de los pantanos y carpinchos se han adaptado a lo largo de generaciones para reinar en este ecosistema especial e ilusorio. Los animales van de aquí para allá sobre los embalsados jurando que se trata de tierra tan firme como cualquier otra. Y sin embargo, son originales arcas de Noé que solo se encuentran aquí,  navegando  en los increíbles Esteros del Iberá. Sepa disculpar el lector la presencia de estos adjetivos, tan comunes en las notas de viajes. Normalmente tienen algo de exageración, pero cuando se habla de Iguazú o de Iberá los superlativos nunca sobran: increíbles, inabarcables, fantásticos. Las Cataratas sorprenden. Y captan la atención del mundo entero. Los esteros seducen. Y es extraño que no reciban tantos visitantes como sus vecinos emblemáticos. Aunque quizás sea algo bueno ya que permite disfrutarlos con otra intimidad. 

Las aguas grandes

Eso es lo que significa Iguazú en mbyá guaraní. Y son grandes no solo por el volumen de agua  amenazante que se desploma en saltos como el San Martín, sino también por incesante actividad que alimentan. El Parque Nacional Iguazú y especialmente las Cataratas que le dan nombre son el principal atractivo de Misiones y uno de los más importantes de Argentina. El parque, creado en 1937, cuenta con más de 67000 hectáreas. Desde 1984 forma parte de la lista de Patrimonio Natural de la Humanidad de la Unesco. Pero lo que es más importante, en los últimos años y de la mano de una concesión de servicios, ha experimentado un crecimiento en la calidad de sus propuestas más que saludable. El paseo por las pasarelas en las noches de luna llena es una propuesta fantástica; el tren ecológico, una manera de  hacer más accesible el espectáculo natural; y los servicios de atención al viajero terminan de completar un combo más acorde con lo impresionante del paisaje.

Pequeños lodges en medio de la selva, guías mbyá que se forman en una escuela pionera, grandes hoteles con casino y un free shop de 3000 metros cuadrados hablan de una diversidad que se traslada de lo biológico a lo turístico. Concepto que se extiende por el breve territorio misionero de manera intensa. Desde Iguazú se puede comenzar un derrotero hacia el Sur en busca de nuevos horizontes. Con escalas en parajes como Eldorado, Montecarlo o Puerto Rico la ruta 12 es la vía privilegiada para ponerse en marcha. Apenas 60 kilómetros antes de Posadas, la capital provincial, aparecen sitios como Santa Ana, donde las ruinas jesuíticas captan la atención de inmediato.  En el centro de interpretación se puede tener la suerte de los anfitriones conviden  unas tostadas untadas con algo difícil de identificar, que podrá ser dulce de rapadura, típica delicia misionera, elaborada a base de caña de azúcar. Descubrirlo sirve de excusa para ir hasta la base del cerro Santa Ana, donde la Familia De los Santos ya lleva tres generaciones extrayendo del áspero suelo productos que conjugan toda la dulzura de este paraje. El paseo no termina si no explora el cerro, que antes de llegar a su cima de 332 metros sobre el nivel del mar, entrega un rincón fantástico como es el de la Ermita de la virgen, una inmensa gruta natural de roca basáltica que alberga un santuario.

Solo unas dos horas de auto separan al viajero del punto central de este itinerario.

Cada cosa por su nombre

Iberá es un sistema de más de 1.300.000 hectáreas, la mitad de ellas de humedales, en el que conviven bañados, lagunas y esteros, que no son sinónimos. El bañado es una acumulación temporaria de agua poco profunda, que crece en épocas de lluvia y que luego se alimenta de fuentes subterráneas. Las lagunas no requieren mayor explicación; mientras que los esteros son depósitos de agua estancada que pueden tener hasta tres metros de profundidad y que están rodeados de gran cantidad de vegetación acuática y pajonales.   Sobre la superficie de estos espejos  tan distintos pueden aparecer (y de hecho lo hacen) los embalsados, un entramado de vegetación flotante que conforma verdaderas islas. El tiempo hace que sobre las plantas se acumule tierra sobre la que se asienta otra vegetación mayor  como laureles, ceibos, curupíes, totoras, pehuajós y espartillas que a su vez soportan  a algunos cientos de especies de aves, además de otros animales.  Estas formaciones exóticas definen a los Esteros del Iberá.   Caminar sobre ellas es una de las actividades que el viajero está casi obligado a cumplimentar. Pescar, pasear en lancha, andar a caballo, sacar miles de fotos, descansar mirando el atardecer desde una hamaca paraguaya engrosan la lista de imperdibles. Está claro que todas y cualquiera de ellas podría realizarse en otro lugar; nunca con los mismos resultados. 

Ver para creer y entender

Los Esteros del Iberá ocupan el centro norte de Corrientes. Pero su punto neurálgico se ubica en la margen Este de La Laguna Iberá, sobre la ruta provincial 41. Se trata de Colonia Carlos Pellegrini, que no es la ciudad más grande del sistema, pero si hubiera tal título sería su Capital Turística.  Una vez en la Colonia, el primer paso para tomar contacto con los esteros es visitar el centro de interpretación que se encuentra al borde de la laguna Iberá, a pasos de la colonia y al otro lado del puente (antiguo pedraplén) sobre el Paso Picada. Allí, los viajeros conocen a los guías que habitan la zona, quienes se convirtieron en custodios de la reserva brindando asesoramiento a los visitantes y evitando la depredación. Alrededor de esta región tan singular hay debates ambientales varios, uno de ellos  gira en torno a Douglas Tompkins, millonario norteamericano, ex montañista, creador de marcas como The North Face y Patagonia,  ambientalista radical y uno de los nombres que se mencionan al hablar de extranjerización de la tierra. 

Quizás una buena manera de formarse una opinión propia sobre el hombre y sus cosas sea visitar El Socorro o San Alonso, dos de las estancias turísticas que tiene en los Esteros. Son parte de las más de 200.000 hectáreas de su propiedad que, según reza el proyecto, serán donadas a la Argentina para que se conviertan en Parque Nacional, como ya se hizo en Monte León. Para ver en el lugar de qué se trata, qué mejor que aceptar la invitación a recorrer la región a caballo, encarando travesías de 3 ó 5 días de duración que permiten un contacto directo con los rincones más diversos de la reserva natural más grande del país. Nadar junto con el caballo para sortear aguas un poco más profundas es una experiencia inigualable.  Por supuesto, estas salidas al campo ofrecen la oportunidad del avistaje de fauna a toda hora. Actividad que merece un párrafo especial.

Varios operadores turísticos ofrecen safaris nocturnos. En la noche la actividad es incesante y, en muchas ocasiones, la reacción de los animales frente al reflector es la inmovilidad. Para el visitante armado de una cámara de fotos el instante es mágico.  Algo parecido puede ocurrir durante el día con algunas especies.  Es fascinante la situación que se vive frente a un pequeño ciervo de los pantanos o a una corzuela. Estos animalitos bajos, de color marrón con matices pardos, tienen entre sus estrategias frente a las amenazas el quedarse quietos  apostando a que no fueron vistos, a confundirse con el entorno. Luego, cuando la posible amenaza hace el más mínimo ruido o movimiento, reaccionan con velocidad inusitada. Entonces, si uno se cruza con ellos y se mantiene expectante, es posible contemplarlos por largos minutos. 

Incluso es posible darse el lujo de contemplar (a distancia prudente) a los yacarés que de a ratos se tienden al sol para elevar su temperatura corporal. Ositos lavadores, lobos de crin, monos carayás o aulladores, gatos de los pajonales, zorros grises, zorrinos, hurones, comadrejas, liebres y vizcachas son parte de una lista interminable, en la que no faltan víboras de cascabel o lagartos overos. Por eso cuando aparecen aquí  frases trilladas del tipo espectáculo natural exuberante, no se exagera ni una pizca.

Diversión bajo las aguas

En el reino de las aguas y la biodiversidad no es extraño que la pesca ocupe un espacio importante. El sistema de Iberá incluye 60 lagunas de aguas claras en las que habitan dorados, sábalos, mojaras y pirañas. Galarza y Luna son dos de las más reconocidas y accesibles. Por ende, de las visitadas con mayor frecuencia. Pero el lugar de mejor pique de la región es el límite sur-oste del sistema, en las nacientes del río Corriente, así, sin ese en el final. Allí se pueden vivir duras batallas con el Salminus maxillosus, o más familiarmente Dorado, que es un salmónido muy apreciado por  su combatividad,  su belleza y los portes que se logran en sus capturas, a veces de hasta 10 ó 12 kilos. Está claro que, al igual que en los ríos y lagos de la Patagonia, aquí se pesca con mosca y la devolución es obligatoria. Dicen los que más saben que los embalsados también son fundamentales para la pesca, porque debajo de ese entramado se ocultan los peces a la espera de sus presas. Allí los van a buscar los deportistas que castean en las orillas pobladas de juncos. 

No es extraño ver que junto al dorado que picó hay cuatro, cinco o hasta diez ejemplares más curioseando, regalando sus reflejos amarillos y anaranjados. Esa suerte de acuario espontáneo también se disfruta practicando buceo. Sumergirse en la riqueza de la mayor reserva natural de Argentina completa así un círculo de alternativas para descubrir  qué hay debajo de estas  aguas brillantes; eso quiere decir iberá en guaraní y no parece estar equivocada la elección. 

Tomás F. Natiello

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