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La ciudad de las luces

Histórica y moderna, así se podría definir perfectamente a la isla de Hong Kong, donde cultura ancestral, centros financieros, abrumadores edificios y sesgos de influencias extranjeras recrean un universo colorido y atrapante a los ojos de turistas del mundo entero.

Hong Kong, con su millón y medio de habitantes en un territorio minúsculo, es una de las ciudades más dinámicas y extrañas de China.  Y en algún sentido, una de las más jóvenes. La isla donde se emplaza fue ocupada por los británicos en 1841 y se mantuvo como una de sus colonias hasta el año 1997. Hoy,  Hong Kong se vislumbra como una exclusiva ciudad, de marcadas influencias culturales y étnicas. Tal es así que, al llegar, el viajero puede encontrarse con un conglomerado de circunstancias que tanto lo transportan a la historia oriental más profunda como a la cuna de la modernidad más cercana.

Su historia refleja las luchas del pueblo chino, que se concentraba en una comunidad pesquera  y cuyas tierras servía de refugio para piratas del opio, uno de los elementos que más tarde desataría las dos guerras con Gran Bretaña. El saldo de esos enfrentamientos fue la cesión de parte de la península de Kowloon y la isla de Lantau. Aunque antes, en el siglo XVII, la región presenció las disputas entre la dinastía Ming y Ping; y posteriormente, sufrió la  Segunda Guerra Mundial, que dejó a Hong Kong en manos de Japón desde 1941 hasta 1945, un tiempo negro en el que murió o huyó la mitad de la población.

Una mixtura cultural se teje desde los peldaños más remotos, con influencias de diversas corrientes que pueden apreciarse desde las modernas construcciones, la tecnología y los inmensos edificios, hasta los espacios de absoluta tranquilidad donde las prácticas ancestrales como el Tai Chi o las meditaciones son el objetivo.

Así conviven en un solo lugar historia y modernidad. Esto es, quizás, lo que deslumbre de Hong Kong, una isla que atrae anualmente más de 40 millones de visitantes.

En ese ambiente cosmopolita y mundano, hay detalles que llaman en seguida la atención.  Como los carteles de "prohibido fumar" en todos los espacios públicos;  o las áreas reservadas para los monjes budistas en el metro y los aeropuertos.  Quizá las influencias del mundo moderno sean las más destacadas en cualquier paseo. Así pueden apreciarse el Central Plaza, un rascacielos de 374 metros y 78 plantas, diseñado por Dennis Lau y Ng Chu Man; el One y Two International Finance Centre, hermanos de 210 y 420 metros respectivamente; y la Torre del Banco de China, que es, por su diseño e iluminación, uno de los edificios más atractivos de Hong Kong. La visita a la torre no está completa si no se llega al mirador ubicado en el piso 43.

Como dijimos anteriormente, Hong Kong hace equilibrio entre la modernidad y lo tradicional, que aquí tiene que ver con la religión, como todas las culturas orientales. Esto explica que uno de los paseos obligados sea el Tian Tan o Gran Buda, una estatua de bronce de casi 35 metros de altura, que simboliza la unión del hombre con la naturaleza y que reúne a su alrededor otra serie de estatuas, las que representan a su vez la inmortalidad de múltiples dioses en la religión budista.

Tian Tan se encuentra en lo alto de Ngong Pin, en la isla de Lantau, y basta subir unos 268 escalones para encontrarse con excepcionales vistas panorámicas o con la posibilidad de acceder al interior de la estatua, que alberga una suerte de museo con una exposición de carácter permanente. Si la escalera intimida, no hay problema: un autobús y un telesférico permiten llegar al mismo sitio. Nadie supo explicar si la influencia del Gran Buda es diferente para el que llega trepando escalones, pero está claro que las sensaciones sí son distintas.

De la espiritualidad se puede saltar sin demoras a las cercanías del Central, tal como se denomina al centro financiero de la ciudad. Incluso allí el Parque de Hong Kong ayuda a abstraerse de los ruidos de la urbe  y ofrece en su interior lugares recreativos,  como son el inmenso jardín botánico con innumerables especies de árboles y plantas; un lago artificial, un aviario y el museo de los juegos de té, parte del Museo de Arte de Hong Kong. También pueden practicarse actividades en sus inmediaciones. Es así como los fanáticos de la meditación o del Tai Chi encuentran el espacio ideal para realizar sus prácticas en pleno contacto con la naturaleza.

El juego de las luces

Una de las postales imperdibles de Hong Kong se puede ver con tan solo cruzar la isla hasta Tsim Sha Tsui, al Sur de de Kowloon. Aquí suelen ser varios los puntos de interés que despiertan la atención de los visitantes. Desde la Avenida de las Estrellas - similar a la que uno puede encontrarse en Los Ángeles, aunque en este caso con actores como Bruce Lee y Jackie Chan  -  y el Clock Tower - de 44 metros de altura, única pieza que sobrevivió a la ampliación de la estación de trenes de Kowloon -, hasta la vista más excepcional del show Symphony of Lights, uno de los más tradicionales y concurridos. Cada día a las ocho de la tarde, una sinfonía de luz y sonidos viste el cielo entre los edificios de Hong Kong y Kowloon. El espectáculo abarca cinco fases que representan la historia de estas ciudades. Así comienza la primera escena, "El despertar". En ella se pueden apreciar destellos láser que dan vida a un núcleo de energía-luz que ilumina poco a poco los edificios participantes con una serie de luces danzantes y el color del arco iris. Esta escena simboliza el crecimiento de la génesis y alcance de Hong Kong.

La segunda es llamada "Energía" y se exhibe con tonalidades de colores que aumentan paulatinamente que  son acompañados por un juego de rayos láser y reflectores que se imprimen en el cielo nocturno. La intención es representar la energía vibrante de Hong Kong.

En la tercera escena, "Patrimonio", el rojo tradicional de la suerte y el oro se muestran a través de los edificios a ambos lados del puerto. Allí se introduce la música típica de instrumentos chinos, que en conjunto simbolizan la herencia local y una rica tradición cultural.

La cuarta escena se denomina "asociación" y cuenta con una pantalla de rayos láser y reflectores, lo que refleja una conexión iluminada con el lado opuesto y muestra una conexión unificada a ambos lados del puerto. Sobre el final llega la "Celebración"  que pone en evidencia una poderosa exhibición rítmica de caleidoscopio de luces sobre el Puerto. La culminación, que emociona y resignifica la estrecha colaboración entre ambos lados de la bahía, habla del espíritu de prosperidad hacia el futuro.

Las mejores opciones para disfrutarlo son, sin lugar a dudas, desde la Avenida de las Estrellas o por medio de una navegación por la bahía Victoria. Cualquiera sea la elección, lo claro es que los sentidos deberán estar preparados para apreciar este despliegue de música y colores, en tanto que los recién llegados podrán atesorar el recuerdo de este invaluable espectáculo, que en ocasiones especiales se ve acompañado del lanzamiento de fuegos artificiales.

Multiplicidad de sabores

Estimulados la vista y el oído, habrá que prestar atención a otros sentidos. Aromas, sabores, texturas para descubrir aguardan en los pliegues de  la gastronomía que, como todo en Hong Kong, es diversa y reconocida mundialmente por la combinación de la cocina oriental y occidental. Podemos citar cientos de platos  que si bien son similares a los que pueden encontrarse en los mejores restaurantes europeos se diferencian por lo que realmente vale: el sabor.

Uno de los más populares es el llamado Dim Sum, que se acostumbra a servirse para acompañar el té. Son bollos cocidos al vapor rellenos de carnes, vegetales, mariscos y frutas, y que suelen presentarse en unas delicadas canastas. Otros en cambio, como el Pato pekinés  provienen de  tradición de la cocina China más aristocrática, mientras opciones como el Buddha's delight son propios de los austeros monjes, que lo elaboran a base de vegetales y salsa de soja, aunque a veces también pueden agregarse mariscos y huevos.

Las alternativas son numerosas y para todos los gustos. Lo que es indiscutible es la calidad de los restaurantes, que además de los exquisitos manjares ofrecen vistas inigualables. Al menos esto ocurre en el Restaurante R66, con base giratoria en la planta 66 del Hopewell Centre; en el Jumbo Kingdom, el restaurante flotante más grande del mundo; o en Lung King Heen, restaurante cantonés del hotel Four Seasons de Hong Kong.

En lugares como Kowloon, lo particular son los puestos de comida al paso, donde se pueden encontrar especialidades del estilo fideos wanton, tofu o brochettes de pescado, entre muchas otras.

Este es un breve itinerario de cómo comenzar a descubrir este rincón del mundo asiático, en la diversidad de su cultura, en la influencia de sus sabores, en la inmensidad de sus construcciones o en la riqueza de su historia. Ya sea desde su fase clásica o moderna, desde lo natural o tecnológico, lo importante es dejarse llevar por las sensaciones de un destino único. Y por supuesto poder apreciar desde una perspectiva interna esta maravillosa diversidad que ofrecen Hong Kong y sus islas vecinas.

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