CORREDOR DE LOS LAGOS VOLVER

Transitando la magia cordillerana

En busca de ese equilibrio perfecto entre explorar y descansar, entre viajar y contemplar, el otoño de múltiples colores invita a combinar el azul de los lagos, la paleta de los bosques y el tenue blanco de las montañas neuquinas en un recorrido de apenas 340 kilómetros entre las bellezas rústicas de Aluminé y el renovado verdor de Villa La Angostura.

El otoño, con su natural disposición al recogimiento del espíritu, es el momento del calendario con más ocasiones para ejercitar el suave arte del viaje breve; son apenas cuatro o cinco jornadas que debieran planificarse para el descanso y la contemplación, para reaprovisionar el alma de imágenes, de aromas, de experiencias agradables. La Cordillera de los Andes, sus lagos neuquinos y las aldeas de montaña a su alrededor aparecen como destinos perfectos para aprovisionarse de belleza. Desde Aluminé a Villa La Angostura son apenas 340 kilómetros con más de una docena de grandes lagos a cuál más atractivo; cerros magníficos que recortan el horizonte; bosques que justo ahora se vuelven multicolores; y la calidez propia de la gente de la Patagonia que está a la espera de los visitantes. Todo conspira para el descanso perfecto. 

Pero cuando el viaje ya está listo y en marcha, esa intención de reposar se entrecruza con las ansias de explorar, de descubrir cada nuevo recodo de esos caminos que, como si fueran una góndola de novedades, ofrecen sus atractivos a cada paso. Lo realmente difícil es combinar aquellas pretensiones de paz con el movimiento eterno del viajero. 

Quizás, lo mejor para recorrer aquellos valles con tintes de paraísos sea escuchar la voz de aquellos que, con otras intenciones pero igual deslumbramiento, los recorrieron hace ya más de un siglo e imaginaron el futuro en el que vivimos. 

De Norte a Sur

Como toda ruta se puede encarar en dos direcciones posibles. Aquí, solo por el capricho de seguir los pasos del Perito Moreno y de su colega y amigo Clemente Onelli, se preferirá viajar de Norte a Sur, tomando a Villa Pehuenia como punto de partida y a Villa la Angostura como final del trayecto. 

Villa Pehuenia se encuentra en la margen Norte del lago Aluminé. Cuando se arriba desde Neuquén vía Zapala, se llega a la primera oficina de informes turísticos, en las cercanías del Río Litrán. Allí, uno se entera de que Pehuenia se divide en partes. La primera concentra los alojamientos en el paraje Villa Italia. Solo basta seguir los carteles de cada cabaña para ubicarse, aunque siempre es mejor reservar con anticipación. Luego, la segunda área de Pehuenia es la que aglutina a los servicios y que comienza en la laguna Pollo Laufquen. Desde la indispensable estación de servicio hasta locales de artesanías de alto nivel aquí es donde se consiguen las provisiones para seguir viaje. La pregunta es hacia dónde, dilema constante del viajero. El Paso de Icalma reclama un desvío a Chile en busca de Temuco y de sus reservas naturales; la comunidad mapuche Puel también invita a desviarse para enterarse qué es Batea Mahuida, un singular centro de deportes invernales; pero el plan señala que el rumbo es Sur. Tras pasar por la angostura que une los lagos Aluminé y Moquehue, se retoma la Ruta 11 para recorrer el Circuito de Pehuenia. Escribió Moreno, en medio de los datos duros de sus relevamientos, que aquí "?el paisaje es realmente hermoso; primero las araucarias se presentan en bosquecillos rodeados de praderas; luego la región se hace abrupta, con claridades en las cimas amplias redondeadas por los antiguos hielos , y la senda caracolea entre los troncos columnares de los pinos , entre los que ya se mezclan numerosos cipreses?". 

Todo esto no es más que el decorado para que el azul bruñido del Aluminé brille con el delicado sol del otoño. Es increíble como por momentos se puede sentir la misma sensación de explorar lo que es nuevo para los ojos del homo urbanus como si los exploradores hubieran salido apenas ayer a recorrer. 

Al retornar a la ruta 23, el pueblo de Aluminé aparece como un punto perfecto para retomar fuerzas. Su nombre se debe al del río a cuya vera creció la población. El sitio es perfecto para la pesca, que tiene su fin de temporada cada 1º de Mayo para darle descanso a la población de truchas hasta la primavera siguiente y así mantener un mínimo de armonía entre las gentes y el entorno. 

Aluminé es una encrucijada que ofrece varios caminos para continuar. Al Oeste varios lagos se exhiben mezcla de secreto y belleza. Están a solo 30 kilómetros, que en la Patagonia es un monto ínfimo para cualquier desplazamiento. El Rucachoroi dispara los recuerdos de una foto familiar de hace más de 35 años: bebés, una vieja carpa de lona, un infatigable Citröen 2 Cv y la figura elegante de una anciana mapuche sonriendo a medias. Hoy el lago sigue transmitiendo la misma sensación de estar en la Patagonia real, como si otras no lo fueran. 

Apenas unos kilómetros al Sur, el lago y el río Quillén remiten a los lodges de pesca y estancias como la que comparte nombre con ambos; pero también a la melaconlía que transmitía Marcelo Berbel con la cadencia de una zamba: 

Tu soledad me ha de traer un torbellino de recuerdos ya lo sé, pero me llaman desde allì voces de antaño y yo iré a tu ribera dulce Quillén. Quiero mojar mi zamba en tus aguas profundas de cielo, quiero seguir la senda, cruzar el bosque y subir al cerro, junto a la nieve blanca virgen que te mira desde allí tu eres espejo mi lago añil. 

En este collar de lagos de gran belleza, las siguientes cuentas son el Tromen y el Huechulafquen, pero para llegar hasta ellos, habrá que avanzar los 102 kilómetros de Aluminé a Junín de los Andes. 

A los pies del Lanín

Junín de los Andes es una prolija y pequeña ciudad nacida en las márgenes (ambas) del río Chimehuin, uno de los pesqueros más famosos de Argentina. Es también la puerta de entrada del sector Norte del Parque Nacional Lanín, donde los lagos Tromen y Huechulafquen dominan la escena. Pero lo interesante de Junín empieza en el pueblo mismo, que ha desarrollado una personalidad única. Como ocurre con su circuito de turismo religioso, único en Patagonia. Producto de la presencia de la congregación salesiana en la región, se ha dado impulso a la visita autoguiada por los lugares donde vivió la Beata Laura Vicuña. Esta pequeña que nació en 1981 y murió en 1904 estudió en el Colegio María Auxiliadora de Junín. El mismo colegio, el río, las estancias cada sitio por donde pasó se incorporó a un interesante recorrido. 

El centro de la ciudad está poblado por los monumentos y edificios que cuentan una parte de la historia local. Allí está la Escuela Hogar Ceferino Namuncurá, que data del año 1893, cuyo primer director fue el Padre Milanesio, primero entre los misioneros que se instalaron en la región al terminar las campañas de Roca y compañía. Enfrente el museo Mapuche reúne documentos históricos de la región y elementos de aquellos años de sangre y fuego. 

Muy cerca, la Iglesia Nuestra Señora de las Nieves, con sus vitraux coloridos y sus formas originales aporta tanta paz como goce estético. 

De allí se puede caminar hasta la Costanera del Río Chimehuin, un paseo agradable en cualquier momento del año, que sirve para recordar la importancia del agua en esta región. El Chimehuin, con su extensión de 50 kilómetros no solo provee agua, sino que gracias a su riqueza pesquera dio nacimiento a muchos de los lodges y hoteles de la zona. Claro que no es el único, apenas en las afueras, a solo 16 kilómetros, aparece el río Malleo, que en su recorrido ofrece paisajes de ensueño. Su nacimiento tiene lugar en un paraje alejado en la boca del Lago Tromen. Allí el Lanín domina las panorámicas: 

"Allá arriba en el vaho helado de las alturas, el Llanín ceñia aquel día su frente de cándida aureola de nubes. Al rato, las nubes se disiparon y e3l sol acarició voluptuoso la eternamente plácida y mórbida redondez de su cumbre: la vista se enceguecía ante tanta blancura y buscaba, para no perder espectáculo tan divino, una atrevida cornisa de nieve, que pocos metros más abajo del pico tomaba en la luz meridiana penumbras azuladas: hubiese quedado horas mirando aquello", escribió Clemente Onelli en 1904

La opinión sigue siendo igualmente válida. Nuevamente, en este sector del Malleo Chile aparece a como una opción gracias al Paso de Mamuil Malal, al final de la ruta 60. El lago Tromen se muestra se muestra enrevesado, en medio de montañas que dificultan el acceso a todas sus costas. Desde aquí bajan las aguas del Malleo hasta su desembocadura en el río Aluminé a solo 16 kilómetros de Junín de los Andes, a tiro de cualquier cabaña u hotel de esa ciudad neuquina. Incluso, desde su vecina mayor, San Martín de los Andes .

Un alto en el camino

Ciudad, aldea de montaña, villa turística o una mezcla de todas ellas, San Martín de los Andes es un ícono del turismo en la Patagonia. En invierno su perfil nevado se asocia a las Cumbres del Chapelco; en verano a las playas de Meliquina; pero es en otoño cuando sus bosques deslumbran con ocres, amarillos, marrones, rojos y también el verde que se sostiene todo el año. Aquí vale la pena hacer un alto en el camino, dedicar un tiempo importante para mirar la ciudad de otro modo y tratar de explicar cuál es su secreto. Quizá se deberían inventar palabras para describir la belleza particular de San Martín de los Andes.

Hasta la arquitectura guarda una extraña armonía con el entorno, muy diferente a la que se puede apreciar en los grandes centros urbanos donde los edificios y las luces congregan la atención. Pues bien, en esta aldea de montaña nada de eso se hace presente. Todas las construcciones están realizadas en piedra y madera, con establecidas normas municipales de sustentabilidad, en las que se respetan el medio ambiente y las características propias del lugar. No hay edificios que sobrepasen los 3 o 4 pisos. Tampoco hay semáforos y los autos frenan en todas las esquinas para ceder el paso.

Esta localidad de 33.000 habitantes seduce a cada paso con sus propuestas y paisajes, algo que se combina muy bien en las actividades al aire libre. Es muy común observar gente corriendo al inicio del Camino de los 7 lagos; rodando en su bicicleta por circuitos como el mirador Arrayán, la Islita y Quila Quina; o bien surcando en el kayak el lago Lácar. Lo que un vecino incorporó a su rutina es muchas veces lo que el viajero disfrutará por algunas horas como robando un pedazo de belleza a los locales, que conocen todos los rincones que valen la pena. Y son ellos los que sugieren transitar los misteriosos senderos con un trekking hasta la Playa Bonita, una de las tres que comprenden el lugar conocido como la Islita.

Aquí el camino se presenta amplio y visible hasta el acceso. A partir de este lugar, se debe atravesar un tramo de una suave cuesta positiva, siempre tomando el camino de derecha hacia arriba. Al finalizar se puede encontrar un claro desde donde la vista es verdaderamente única: una postal de toda la ciudad, casi al alcance de la mano. 

Ya en mitad de camino, el bosque se abre con sus aromas y colores. Es que todavía queda por transitar un tramo más, pero el paisaje y los sonidos de la naturaleza acompañarán, al igual que muchos caminantes que saludan al pasar y encuentran en este sendero una linda aventura por disfrutar.

Ni las gotas de una inesperada lluvia pueden opacar la genuina belleza de una playa tan tranquila como solitaria, donde las pequeñas olas rompen en la orilla del lago sin mucho que envidiarle a cualquier mar. Sus aguas transparentes invitan a acercarse y a animarse a descubrir los secretos de sus profundidades utilizando una buena opción para el desafío: el kayak, un medio que permitirá desafiar la atrapante personalidad del lago.

Ya en pleno tránsito y disfrutando del paisaje que encierran este agua y montañas, se atraviesa una gran muralla de piedras, la que indica el camino a otra de sus playas, donde una gran masa de tierra con vasta naturaleza flota en medio de tanta inmensidad. 

Sensación recurrente, la de empezar a creer que la tierra ocupa menos espacio que los lagos infinitos

Los siete lagos y más

El trayecto de San Martín de los Andes a Villa La Angostura debe ser uno de los más renombrados entre los circuitos turísticos del país. Alguna vez fue una aventura solo para intrépidos (más cuando se viajaba en el 2 CV), pero hoy, asfaltos mediante y con vehículos mucho más modernos, se ha convertido en un paseo más accesible. Lo inalterable es la, perdón pro la repetición, belleza del paisaje. A fuerza de gastar las mismas palabras pierden sentido, pero es sencillamente eso lo que cautiva. Lo de los siete lagos incluye incluso algo más. De Norte a Sur, aparecen el Machónico, Villarino, Falkner, Traful (el brazo Norte), Espejo Chico, Correntoso, la laguna Bayley Willis, lago Espejo y el brazo Última Esperanza del Nahuel Huapi. Hay decenas de puntos panorámicos que estimulan hasta al fotógrafo más perezoso, pero quizás ninguno como el cruce del río Correntoso. Es apenas un curso de 200 metros de largo que separa al lago de ese nombre y el Nahuel Huapi. Su cauce labró un cañón escarpado en uno de cuyos balcones alguna mente brillante decidió construir uno de los hoteles más elegantes y tentadores de todo el recorrido. Su nombre es, obviamente, Hotel Correntoso. Igual que su primo barilochense, el Llao Llao, nació hace décadas como parte de un programa del Estado y cayó en el olvido y el abandono durante años. Cuando nada hacía prever que volviera a la vida, el Correntoso fue recuperado para volver por sus fueros. Ser un hotel de lujo, integrado a la naturaleza en un escenario soberbio, rodeado de aguas. Es que las aguas son protagonistas aquí y es difícil resistirse a su atracción. ¿También en otoño? Preguntará alguien. ¿Por qué no? Contestarán los demás. Salidas en kayak, navegación a vela, buceo, canotaje, las alternativas son variadas, tanto en exigencia física como en estilo. 

Sea en un sit on top o en un kayak de travesía, la cantidad de espejos de agua y ríos que rodean Villa La Angostura (y que ya se mencionaron) invitan a encarar salidas hacia pequeñas bahías casi inaccesibles. Los recorridos posibles son inagotables, y a presencia constante de los guías transforman esta experiencia en una segura manera de deslizarse en las aguas más atractivas de la Patagonia. La duración y la exigencia se adaptan al usuario, para que todos puedan disfrutar de la perspectiva especial que otorga el kayak. No es un cliché. Extender la mano y sentir el agua: cruzar las palas y detenerse a escuchar el oleaje o la nada misma; el kayak es un vehículo que provee momentos de relax únicos. 

Claro que hay que remar y si la idea es no exigirse, navegar a vela es otro de los placeres a los que es imposible renunciar en Villa la Angostura. Aquí el agua ya no está tan cerca, pero el surcar el lago impulsados por el viento y con las velas desplegadas, matizando la salida con los relatos del capitán otorga un plus al paseo. 

Finalmente, las los lagos y ríos locales ofrecen atractivos también bajo la superficie. El buceo de altura tiene sitios de privilegio en la vecina Villa Traful; mientras que la variedad de ambientes especiales para la pesca deportiva, pone a Villa La Angostura en una posición privilegiada en la región. Dos Bahías e Isla de la Guardia son los puntos imperdibles en Puerto Manzano. Mientras que Bahía Pato y San Patricio son los lugares obligados junto a la Península de Quetrihué. Allí se dirigen los buzos que llegan con excursiones armadas desde Buenos Aires y también quienes una vez alojados entre los bosques de ñires deciden que los días se pasen nadando. 

Y el lago resulta un espacio fascinante. Grandes rocas que conforman verdaderos cordones sumergidos y paredes que descienden a plomo hasta el fondo configuran un escenario fantástico. Y la ausencia de grandes olas o fuertes vientos permiten disfrutar aún más la salida. 

El final de este recorrido no puede ser de otro modo que de la mano de los exploradores de ayer. Por eso, sea desde el su lecho o desde las alturas del Mirador del Belvedere, las aguas del Nahuel Huapi donde ocupan todo lo que la vista puede abarcar, Onelli nos recuerda que este lago "ha tenido la suerte de no haber sido conocido cuando el romanticismo embadurnaba con sus afeites idílicos y bucólicos los grandes cuadros de la naturaleza. Este lago, el rey de los lagos del mundo, no se describe; se admira en silencio; y después, en largas noches de invierno, rodeados por hijos y nietos se dicen sus maravillas, como cuentos de hadas".

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