Estocolmo, Suecia VOLVER

El reino del agua

Cuando se piensa en una ciudad, especialmente una con alrededor de dos millones de habitantes como tiene Estocolmo, imaginamos edificios, museos, diversos medios de transportes terrestres, shoppings, variedades de luces que en la noche llegan hasta el cielo, e infinitas


cosas que caracterizan a una gran urbe. El aire puro que aquí se respira, el parque nacional

urbano que habita en ella y la cercanía del agua distinguen a esta mítica capital escandinava de cualquier otra que uno acostumbra a ver, o que simplemente imagina. 

La "Venecia del Norte" se encuentra enmarcada por sus extensos espejos de agua, formados por lagos y el mar; y cuenta con grandes parques que la oxigenan, bosques y áreas verdes para pasear pobladas de infinidad de puntos de interés, atracciones y sitios históricos, que abrazan a la ciudad. Unidos por 57 puentes, en cada rincón de Estocolmo se funden a cada paso, lo antiguo y lo moderno, representados lo primero por construcciones del año 1700 o del 1500, y lo segundo por edificios futuristas, que el día de mañana contarán una nueva historia de la capital sueca.

Tantos atractivos turísticos, lugares por recorrer y actividades para realizar hacen pensar que el tiempo es poco para conocer cada rincón. Más aún en los breves días del invierno, que aquí es intenso, pero que no detiene el pulso igualmente vivaz de sus habitantes.

Caminata a los orígenes 

Una visita a Estocolmo debe incluir Gamla Stan. Y hacia allí orienté mis pasos. Se lo puede definir como un lugar antiguo, lleno de historias e increíbles sensaciones que harán vivir al visitante una experiencia mágica. El "casco antiguo" es en realidad el centro urbano original de Estocolmo e incluye a la isla de Stadsholmen, así como a los islotes de Riddarholmen, Helgeandsholmen y Strömsborg. Su origen se remonta al siglo XIII, aunque la mayoría de los edificios datan de entre los años 1700 y los 1800. Es un laberinto de encantadoras calles adoquinadas, avenidas, casas señoriales y plazas donde encontrarse, y que reflejan un indiscutible estilo arquitectónico similar al que se halla en el Norte de Alemania. La Plaza Mayor, o Stortorget, es sin dudas el centro del casco antiguo y está situada cerca de las principales atracciones de la isla. Otra postal imperdible es el Palacio Real (Kungliga Slottet), de estilo barroco, construido en el siglo XVIII sobre las ruinas del anterior palacio que se destruyó en un incendio; y la Capilla Real (Storkyrkan), que se levanta la vuelta de la esquina, y donde en junio de 2010 se celebró la boda entre la Princesa Victoria, heredera al trono de Suecia, y su prometido, Daniel Westling. 

Entre los clásicos de fin de año en Estocolmo se encuentro el concierto navideño en la catedral Storkyrkan, un evento solemne y conmovedor a cargo de algunos de los principales músicos y coros eclesiásticos de Suecia. Normalmente, el concierto se realiza el 23 de diciembre a una hora temprana de la tarde, justo antes de que caiga la noche.

Gamla Stan tiene además contrastes interesantes. Alberga a la mayor de todas las atracciones, como es el Palacio Real, que con sus 600 habitaciones está entre los más grandes del mundo; y también una de las calles más angostas que puedan recorrerse. 

En el palacio, además del desfile y cambio de guardia de todos los días, se pueden visitar diversas salas de recepción y museos como el de la Armería Real (Livrustkammaren) con los trajes y armaduras de todos los reyes. 

Desde el palacio se puede continuar por calles como Västerlånggatan y Österlånggatan, las principales del barrio y aprovechar la miríada de tiendas y cafés que hoy se adornan con tintes navideños. Aquí y allá, en unas pequeños puestos de color rojo se vende glögg (vino caliente típico de Navidad), galletas de jengibre, queso, caramelos y artesanías. 

Munidos de souvenires, lo que sigue es encontrar, no sin dificultad, la callecita Mårten Trotzigs gränd, que llega a medir apenas 90 centímetros en su parte más angosta.

Antes de dejar el caso histórico, seguí el consejo de Alexander, conserje del hotel Diplomat, y me senté a la mesa en Den Gyldene Freden, un restaurante en donde se siente latente la arrolladora magia de la edad media. Pequeñas mesas con una tenue luz provocada por altas velas, hermosas rosas que le daban color al blanco de las paredes, un conjunto de instrumentos de viento que sonaba de fondo y el estilo de aldea que propone el lugar lograron armonizarme de tal manera, que pude enfocarme en detalles como el aroma de sus platos que pasaban a mi lado para ser llevados a una mesa cercana. Este comedor es propiedad de la Svenska Akademin (la Academia Sueca), la misma que nombra cada año al premio Nobel de literatura. Se cuenta que muchos ganadores del Nobel fueron elegidos en esta misma taberna. Pensé en hacer un reclamo a nombre de Borges, pero en cambio accedí al plato recomendado por Mersin, una de las mozas: una exquisita cazuela de pescado con salmón, bacalao, vieiras, gambas en caldo y espuma con crostini, acompañado por unos delicados amuse bouche y una sopa crema de alcauciles y estragón. 

Luego de todo un día dedicado a descubrir la magia y la riqueza de la antigua ciudad, decidí desafiar al frío y explorar un costado más natural: Hagaparken, con su acogedor y agradable Fjarilshuset, "la casa de las mariposas", es un lugar ideal para apreciar durante los días de invierno. La amplitud térmica entre el afuera y el adentro del predio shockea, y más cuando se camina entre una suerte de selva tropical, intensa y cálida. El sonido del arroyo y las pequeñas cascadas se mezcla con el canto de los pájaros, mientras un sinfín de mariposas invade con sus colores el conjunto de llamativos verdes. 

De ese verde pasé al azul marino: el regreso al centro fue a bordo de un enorme velero que me dejó en la isla de Djurgarden. Allí mismo comencé a caminar y a disfrutar en soledad de la maravillosa vista de la ciudad. Crucé de punta a punta el puente Djurgårdsbron con la nieve crujiendo y siseando bajo los pies. Casi sin darme cuenta me topé con Nordiska Museet: un edificio de grandes dimensiones en cuyo interior se exhibe la cultura y forma de vida de los suecos desde sus comienzos. 

La historia y la naturaleza se fusionaron inmediatamente cuando al salir de aquel viejo edificio me encontré con un inmenso parque, mezcla de castillo con bosques, paredes amarillas y un agradable formato rocoso que se extendía hacia arriba. Estaba en las afueras de Skansen el museo al aire libre más antiguo del mundo, que expone una visión global sobre la vida en Suecia, pasando desde los pobres pueblos granjeros a las ricas residencias de la nobleza. Desde fines de noviembre, el parque alberga un Mercado Navideño, y en restaurantes como Solliden se puede probar el menú típico de las fiestas que incluye albóndigas y jamón de Navidad.

Las fiestas van conquistando con su espíritu cada rincón lo mismo que el invierno. Y cuando se cruzan, entre ambos alumbran cosas tales como el Kungstradgarden, "El jardín del Rey", con su pista natural de patinaje sobre hielo en pleno el centro de Estocolmo. Conocido como Kungsan, es un sitio donde contemplar la belleza de la nieve, de los pinos verdes adornados con tonos rojos y centelleantes luces que se prenden y apagan con el pulso de la brisa navideña. Las casas lucen decoradas con luces, velas, banderas suecas y pequeños duendes que visten de Santa Nicolás. Las familias se deleitan con un menú que, tradición mediante, debiera terminar con un Risgryngrot, arroz con leche en el que habita solo una almendra. Quien la encuentra debe pedir un deseo: el mío es volver con la primavera para seguir descubriendo una ciudad tan agradable, tan prolija, tan viva y tan rica como Estocolmo. 

Comparte tu opinión | Dejanos un comentario

Se deja expresamente aclarado que los comentarios realizados en los espacios de participación del Sitio son de exclusiva responsabilidad de sus autores, pudiendo estos ser pasibles de sanciones legales.

  © 2024 | Revista GO | Todos los derechos reservados | Politicas de privacidad