Antártida VOLVER

Más allá del fin del mundo

La Antártida es uno de los rincones más exóticos del extremo sur del continente. Su riqueza asocia particularidades climáticas, geográficas y biológicas. También, intereses de distintas nacionalidades y un "pacto" que congela cualquier intento de supremacía.

Con temperaturas que pueden descender hasta los - 40º C, la Antártida es un paraíso diferente. Blanca, misteriosa y distante ha sido neutralizada por un Tratado que la protege sobre toda lucha territorial. 

Firmado por 13 países el 1º de noviembre de 1959, y puesto en vigor en 1961, estableció el desarrollo la ciencia y el turismo y la protección del medio ambiente como sus postulados más importantes.

Con bases de distintos países sobre su península, recibe cada año a miles de turistas desde noviembre a marzo. A través de distintas embarcaciones, contratando viajes de lujo o expediciones de aventura, es posible llegar a este rincón inhóspito y conocer su historia y su presente. 

Cruceros y veleros zarpan desde el Puerto de Ushuaia (nombre que debe a la embarcación comandada por el Capitán Fitz Roy, a fines del siglo XIX) para iniciar un hermoso recorrido. 

De tres a quince días, visitando la península, las Islas Subantárticas: Georgias, Sandwich y Orcadas del Sur y hasta una ruta de semi circunnavegación que finaliza en Oceanía, el viajero podrá experimentar una vivencia única desandando los circuitos de los pioneros antárticos, disfrutando el atractivo que pingüinos, ballenas y focas aportan al lugar.

Al viaje no le faltará un condimento especial porque, dadas las condiciones climáticas, nada se hace predecible. 

Encanto polar

La tarde cae especial sobre el  Puerto de Ushuaia. Los tripulantes se alborotan como si fueran a embarcarse a la luna. En un Buque de 1970 perteneciente a una sociedad argentina de prácticos comienza la travesía.  

Acompañados de un equipo interdisciplinario que nos introduciría en aquel fascinante mundo comenzamos a disfrutar.

Acerca del canal de Beagle, el guía hizo algunas observaciones: parece que el pasaje de Drake, que se extiende desde la costa de Ushuaia a la Península Antártica, tiene sus caprichos y eso genero ansiedad entre nosotros. Por sugestión o realidad, no fue fácil dormir bajo sus efectos. 

Al día siguiente, la bióloga Andrea Raya Rey fue la encargada de enseñarnos sobre la fauna del lugar y pudimos realizar un avistaje de aves. Además especificó las diferentes formaciones de hielo que encontraríamos.

En la mañana del tercer día, más acostumbrados al vaivén de las aguas, llegamos a la Antártida. Una mezcla de sensaciones se apoderan de nuestro cuerpo, y gana la emoción.

La IAATO (Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos) estableció disposiciones que debíamos saber en relación a las conductas que deben tenerse en tierra.  En la Isla 25 de mayo, conocimos las bases rusas en las que la delegación de Bellinqshausen y su templo cristiano ortodoxo Santa Trinidad convive con tanques de guerra. Más allá la estación chilena Frei.

El cuarto día comenzó con el arribo a la Bahía La Luna donde visitamos la Isla Medialuna ubicada entre las Greenwich y Livingston. En la playa empezó el espectáculo: pinguinos de barbijo, gaviotines antárticos, skuas y lobos marinos completaban la maravilla. 

Además visitamos la base argentina Comandante José Cámara, abierta sólo en verano, y la Isla Decepción. La estrecha entrada se conoce como los "Fuelles de Neptuno", y su puerto Foster es el más protegido de la península. 

Al bajar en la Bahía de los alleneros se puede apreciar una ex base británica que, abandonada por una erupción en 1968, quedó convertida en sitio histórico de la IAATO. La estación incluye el desafío de cavar un pozo en la arena volcánica para probar nuestro coraje en un baño caliente. 

Entrar al estrecho Gerlache es introducirse al juego mágico de desafiar a la retina. Uno no puede creer lo que ve entre la isla y la tierra continental. 

La Isla Danco en el extremo sureste del canal Herrera, desplegó su comité de bienvenida con una colonia de pinguinos papúa. En el punto más alto se puede apreciar el canal y el estrecho Bahía Paraíso. 

Al llegar a suelo continental nos acercamos a la base argentina Almirante Brown que se encuentra abandonada. Nos cuentan que Halfdan Hansen fue quién divisó la Bahía hace 50 años y dio las coordenadas para asentar la base.

Más tarde una travesía en zodiac aportó más acción al recorrido donde pudimos apreciar colonias de cormoranes, el glaciar activo Petzval y una foca cangrejera.

En la isla Cuverville, al sexto día, descendimos en la playa. Otra vez el comité de bienvenida: esos hermosos seres llamados pinguinos papúa. También se dieron cita algunos lobos marinos machos que conversaban calurosamente sobre la arena. 

Más tarde descendimos en el puerto Neko, en la costa este de la Bahía Andvord. Los desprendimientos sobre el agua provocaban olas que invadían la costa por lo que debimos subir a los zodiac para que el barco no quedara cercado. 

Los días iban pasando y ya no quería contarlos, se haría duro aandonar tanta belleza.  Los grandes bloques de hielo interrumpieron el canal Lemaire por lo que cambiamos el rumbo hacia el canal de Neumayer.

Llegamos a las islas Orne un grupo de islotes cercanos a la isla Rongé en el límite norte del canal Herrera. Allí, una ballena jorobada jugaba con su cría. 

El último día, apesadumbrados por acercarse el final seguimos disfrutando. Conocimos Jougla Point y Port Lockroy en la isla Goudier. Un esqueleto de ballena dejaba vestigios de otros tiempos y volvieron a escena cormoranes ojos azules y pinguinos papúa.

En Lockroy visitamos la estación, antigua base inglesa, que hoy funciona como museo y oficina postal antártica. Desde allí, los turistas envían postales a sus seres queridos y también emprendimos esa poética tarea.  

Durante el regreso hacia el pasaje de Drake por las islas Melchior, dejamos atrás un escenario único donde las sensaciones se mezclan, más que en cualquier otro lugar.

No estamos solos

Néstor Coria, Licenciado en Zoología y Dr. En Ciencias Naturales Trabaja en el Instituto  Antártico Argentino desde 1984. Actualmente investiga la ecología y dinámica de poblaciones en aves antárticas y nos ayudó a repasar la variedad de especies que allí se encuentran. Sobre la experiencia sostuvo que "trabajar en la Antártida es algo muy especial" haciendo hincapié en que "el silencio en estas tierras es apabullante, solo interrumpido por el ruido estridente de las colonias de pingüinos".

"Numéricamente, los pingüinos son el grupo de aves dominante en el ecosistema antártico", sostuvo Coria.

"Están absolutamente adaptados al medio marino habiendo perdido la capacidad de volar. Las aves marinas ocupan una faja circumpolar variable con las estaciones, y en época de reproducción nidifican en distintos puntos alrededor del continente.

Además de pingüinos existe una variedad de aves nidificantes, todas ellas dependientes del mar para su alimentación, y en general, con colonias a escasa distancia del mismo.

Con el nombre de petreles se conoce a un conjunto de aves marinas que se caracterizan por la presencia de uno o dos tubos nasales callosos en la base del pico, que cubren las fosas nasales. Este Orden comprende a los albatros, los petreles fulmarinos, los priones, las pardelas, los petreles de las tormentas y los petreles buceadores. En las regiones antárticas solo se reproducen unas pocas especies: cinco de petreles fulmarinos, dos de petreles de las tormentas y una única especie entre los priones. La mayoría de estas especies nidifican en las costas del oeste de la Península Antártica y en las islas del Arco de Scotia (Shetland y Orcadas del Sur). 

Dos especies de escuas reproducen en estas zonas, el escua pardo y el escua polar. El primero nidifica en las islas del Arco de Scotia y en la península Antártica. El escua polar, también nidifica en estas áreas pero llega a reproducir en altas latitudes del continente antártico.  

Por otro lado, la paloma Antártica es la única ave sin membrana natatoria en las patas. Su plumaje es absolutamente blanco, pico cobrizo con carnosidades amarillas en la base y patas gris azuladas. Construye los nidos en oquedades profundas entre las rocas utilizando vegetación circundante, tales como musgos, líquenes y restos de algas. 

La gaviota cocinera o dominicana es una especie ampliamente distribuida en el hemisferio Sur. En Antártida reproduce en colonias en la Península Antártica y en las islas del arco de Scotia. 

Los gaviotines son pequeñas aves coloniales. Los nidos, generalmente se distribuyen en áreas rocosas y en morenas de las islas Shetlands y Orcadas del Sur y en algunas localidades de la península Antártica". 

Aparte de las aves en la visita a la Antártida se podrán divisar Ballenas, que se alimentan de otras especies como el krill, un crustáceo pequeño y seis especies de focas. Además, la particularidad de la isla de Cuverville es un dato para apuntar: allí se encuentran las colobanthus y descharnpsia, únicas dos especies de plantas que dan flores.

Cómo llegar:

A la Antártida se puede llegar por vía marítima, en cruceros expedicionarios de tipo aventura, o bien en cruceros lujosos de gran porte. Otra opción para los que no deseen navegar es tomar sobrevuelos, que permiten conocer el Continente Antártico durante un día completo.

Alma Marinz

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