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Postales desde Praga

Inagotable, la belleza que encierra la capital checa en sus rincones más antiguos, lujosos y elegantes, se deja plasmar en imágenes que ningún viajero puede olvidar.

Apenas se escucha su nombre, vienen a la mente el nombre de Kafka, las románticas postales de castillos y torres o sus cervezas, igualmente famosas. Cortejos de príncipes que cruzan el mágico río Moldava rumbo a su coronación, las siete llaves que guardan sus tesoros reales; las imágenes que detona el solo nombre de Praga son innumerables. Incluso su mención evoca hasta al Golem, ese tosco semi hombre de barro que Meyrink inmortalizó con su prosa fatídica y que protegía el barrio judío más numeroso de toda la Europa Medieval. 

Quizás sea una pretensión de viajero frecuente, pero cuesta evitar la idea de que la calidad de un destino puede medirse según cuantas imágenes mentales genera antes de conocerlo en persona. Y si así fuera realmente, Praga no puede menos que revelarse increíble. Mezcla de ciudad antigua, gente amistosa, turistas que pululan aquí y allá, rinconcitos plenos de naturaleza e historias increíbles. No solo las del Golem, sino también la de los alquimistas, la de San Juan Nepomuceno, las de Mozart y tantas otras, todas ellas adheridas en paredes y calles, puentes y casitas, torres y castillos. Piedras sobre piedras que resistieron el paso del tiempo, cargado este del nazismo, del comunismo, de la disgregación. Piedras que siguen allí, plenas de sentido estético y de significado, esperando a viajeros que se deslumbrarán con el primero sin esfuerzo, pero también a esos errantes buscadores de historias atrapadas en el paisaje. 

Un puente hacia la historia

El río Moldava atraviesa la ciudad de Praga, dotándola de bellísimos parajes, alguna que otra isla y sobre todo, dándole la excusa perfecta para haber creado un monumento como el Puente Carlos, a partir de ahora, un espacio clave. En uno de sus extremos, sobre la margen izquierda del río aparecen el Castillo de Praga, la colina de Petrin, la ciudad pequeña y el Malostranska. En la margen opuesta, la Ciudad vieja, con su plaza, y el barrío Judío hacen de contrapesos para que el platillo del atractivo no termine de inclinarse del todo. 

Pero no se trata de un mero lugar de paso, de una conexión utilitaria. El puente es en sí mismo un monumento. Tiene una extensión de 516 metros, a lo largo de los cuales se suceden puestos de venta callejeros, artistas jóvenes y otros que ya llevan décadas de unión con su instrumento; y por encima de todos ellos, estatuas, placas, esculturas . . .entre todas ellas la más notoria y concurrida es la de San Juan Nepomuceno. 

El puente está flanqueado por dos torres, aunque se las mencione como una sola, la torre de Praga. No es caro subir, unos 3 euros, y se obtienen vistas fantásticas del río, la gente, la ciudad vieja. Al pie de la torre, donde se supone comenzó la construcción se lee el número 135797531. Dicen que dicen que el rey Carlos IV consultó a sus científicos y asesores, quienes dictaminaron que si la construcción comenzaba respetando una fecha compuesta solo por números impares el puente nunca sería derribado. El número, entonces, debe deconstruirse para señalar las 5.31 del 9 del 7 de 1357. Invasiones y guerras varias, incluida la Segunda con el desarrollo pleno de la aviación, han destruido otros sectores de la ciudad, pero han dejado del puente siempre en pie. 

El puente es un hervidero de gente casi todo el día, de modo que al que madruga la ayuda divina le reserva un paseo tranquilo. Y tiempo suficiente para detenerse frente a las más de 30 estatuas que lo adornan. Especialmente frente a la del santo, el tal Juan Nepomuceno, que el bueno de Wenceslao VI hizo arrojar al Moldava enfundado en una armadura solo porque el sacerdote no quiso contarle qué decía la reina de Bohemia en sus confesiones. Los turistas pasan su mano por la figura del santo, pero los locales lo hacen sobre una placa con cinco estrellas que indica el lugar exacto donde lo mandaron a nadar. Cuentan, también, que las mismas estrellas aparecieron en el agua cuando el luego San Juan se hundía con su salvavidas metálico. Lo irónico es que en la Catedral de San Vito, de la que se da cuenta más adelante, a Juan Nepomuceno le han dedicado un mausoleo de 2000 kilos de plata. 

Volviendo al puente en sí, cruzarlo es menester para ir de la Ciudad Vieja e hacia el Castillo y viceversa.

Camino a este último, hay varios paseos que no deben dejarse de lado, como la recorrida por la Calle de los Alquimistas. En realidad, la zona es un todo indivisible, porque el placer de desandar esta callejuela no reside solamente en pasar delante del número 22, donde Franz Kafka alquilaba una casa junto a su hermana Ottla, sino también en sentirse dentro del Castillo y cobijado por las agujas que hieren el cielo al coronar la catedral. También seduce la calle Jan Neruda, que remite al gran poeta checo (del cual el chileno Ricardo Neftalí tomó el apellido como pseudónimo) que cantó las bellezas de este barrio, el Malastrana. Por diversos caminos puede uno aproximarse al castillo más grande y ecléctico del mundo. Es que las sucesivas construcciones se encadenan unas con otras al punto que para llegar a la Catedral de San Vito hay que atravesar dos patios. 

En la entrada del primero se alzan dos gigantescos guerreros, copia de la obra de Ignaz Platzer, del siglo XVIII, Batalla de Titanes, del siglo XVIII. Tras pasar la puerta de Mathias se llega al segundo patio, donde conviven el pozo, una gran fuente y la iglesia del con la iglesia del Santo Crucifijo, la gran fuente y el pozo. Allí se ubica también la oficina para comprar las entradas para el resto del paseo, que comienza por San Vito. 

La catedral es llamativa por varios motivos. Para empezar si bien es católica, nunca ha pertenecido a la Iglesia, sino que es propiedad estatal desde que Carlos IV y el arquitecto Matías de Arrás comenzaron la construcción en el siglo XIV. En segunda instancia, la combinación de líneas góticas con un emplazamiento románico también llama la atención. Y, finalmente, sus campanas son motivo de numerosas historias. Segismundo es el nombre de la mayor campana de la República Checa. Se trata de una enorme pieza de 17 toneladas y es obra del fundidor Tomás Jaros, quien la firmó en 1549. Dice la historia que Jaros se ahorró varios contratiempos al fundir la campana dentro del mismo Castillo, ya que en esa época las campanas no podían ser tocadas pro mujeres, animales ni seres impuros, de modo que la penosa tarea de trasladarla le correspondía a mozalbetes castos, puros y un espinazo a prueba de todo. Segismundo es, además, una campana delicada, ya que su decoración se inspiró en la obra de Alberto Durero dedicada la Virgen María. Pero si algo no es la gigantesca campana, es irrompible. Hace algunos años, el badajo de la campana (de respetables 400 kilos) se rompió y todos vieron en el suceso un anuncio nefasto. Tiempo después, graves inundaciones afectaron al país, confirmando los temores populares (que por otra parte siempre encuentran algo que los confirme, incluso allí donde nada hay). Lo interesante del caso es que si una campana se rompe alguien tiene que arreglarla. Y allí fue don Petr Manousek, campanero él, hijo y nieto de campaneros, a fundir otro badajo de 2,70 metros de alto. Claro que Segismundo no es la única campana, también están Wenceslao, Juan Bautista y José, todas nacidas en el siglo XVI, ya que las originales se habían destruido en un grave incendio en ese mismo siglo. Un dato más, si hay campanas, alguien tiene que hacerlas repicar y para ello hay nada menos que 40 voluntarios que desempeñan esta tarea como hobby. Praga, es una ciudad fantástica, también porque su gente es única. 

Al momento de regresar, una alternativa interesante es encaminarse a las antiguas escaleras del castillo para atravesar los Jardines Ledebour. El sendero zigzaguea entre bosques y claros con un césped que invita a sentarse y contemplar la ciudad desde lo alto. El trayecto culmina cerca de la estación Malostranská del metro, desde donde se puede acceder a cualquier punto de la ciudad. 

La ciudad vieja

La sobreabundancia de edificios históricos de enorme belleza es una constante de Praga. Cualquier otra ciudad se daría por satisfecha teniendo un complejo medieval y gótico como el Castillo, pero a la capital checa no le resultó suficiente. Y así parió aquí y allá, más y más joyas arquitectónicas. Por eso el viajero, todavía embebido por lo visto en la colina de Petrin o el Castillo, se ve de pronto en medio de la Plaza de la Ciudad Vieja, de frente al Ayuntamiento de Praga, pensando en cuántos otros sitios ha visto un complejo edilicio tan impactante. Entre todos sus monumentos hay uno que concita la atención de cientos de viajeros al mismo tiempo. El reloj astronómico es una maravilla mecánica del año 1410, pero también encierra, literalmente, toda una serie de figuras y significados ulteriores. Entre muchas historias se cuenta que al relojero que concretó la obra luego lo mataron para que no pudiera repetirla en otro sitio. Cierto o no, el espectáculo es único. A cada hora, las puertas del reloj se abren para que desfilen los doce apóstoles, mientras imágenes de la avaricia, la vanidad y la lujuria se les enfrentan negándolos. Un esqueleto se mueve como diciendo que sí y al final un gallo dorado canta, mientras las campanadas indican la hora. Consejo de viajero: la mitad del espectáculo reside en la gente que asiste. Si uno los observa sentado en alguna mesa servida con café o cerveza, se puede disfrutar a un tiempo del reloj y de lo que la gente hace frente a él. 

A un paso del reloj se encuentra otra de las grandes iglesias de Praga, el Templo de Nuestra Señora de Tyn. Sus torres esbeltas hieren el cielo a tal altura que pueden verse casi desde cualquier sitio. A medida que se observan esas agujas, el paseante se imagina un templo monumental. Y sin embargo, su fachada queda como escondida entre arcadas y casas vecinas. Su interior barroco, pleno de dorados y negros es de enorme belleza, aunque no es posible tomar fotos. 

Apenas dos cuadras separan el tempo de la Torre de los Explosivos. Alguna vez se llamó torre nueva, pero el paso del tiempo y la pólvora en su interior le valieron un segundo bautizo. La estructura es del siglo XV y se debe al rey Vladislav. Era esta una de las 13 puertas de Praga y hoy alberga una exposición sobre esas fortificaciones. Además, se pueden subir sus 186 escalones para llegar a los 44 metros desde donde se puede fotografiar la ciudad. Junto a la torre se ubica la bellísima municipal. Construida a principios del XX con un estilo Art Nouveau está poblada de mosaicos y cuenta con numerosos salones para eventos, además de las oficinas del alcalde.

Un poco más al norte, rumbo a un recodo del Moldava , se encuentra el barrio Judío o Josefov, alguna vez el más grande de los asentamientos urbanos judíos de Europa. Entre los puntos más llamativos está su cementerio, que data de al menos 1439, ya que esa es la fecha de la lápida más antigua registrada. Durante tres siglos nadie que no fuera judío podía ingresar al mismo. Hoy es un punto turístico tan concurrido como cualquier otro. Aunque la verdadera densidad de población se da bajo el suelo: se calcula que hay más de 100.000 personas enterradas y unas 12.000 lápidas amontonadas unas sobre otras. Entre todas ellas, una es un imán para lectores de Borges y por supuesto de Meyrink. Cruzando el cementerio, sobre un muro se lee el nombre de Rabbi Judah Loe, un rabino del siglo XVI al que se atribuye haber creado el Golem. Ese semi hombre de barro, sin voluntad propia y, quizás, encerrado en una habitación enrejada y sin puerta, era el encargado de defender al ghetto de los ataques anti semitas. 

Para ingresar al Cementerio hay que pagar una entrada, la misma que sirve para visitar algunas de las sinagogas locales. Pinkas, Maisel, Klause y Española, especialmente esta última, son nombres de templos que merecen una visita. La más joven es Pinkas, construida tras la Segunda Guerra Mundial, tras la II Guerra Mundial, en honor a judíos checos asesinados por los nazis: por eso se escribieron más de nombres de víctimas en los muros. Y en el primer piso resulta conmovedor ver los dibujos que hicieron algunos chicos durante su cautiverio en el campo de concentración de Terezin, en la propia República Checa.

Después de un lugar tan movilizante, lo mejor es buscar dónde relajarse. Y en eso Praga tampoco defrauda. Sus cervezas son legendarias. Incluso en sitios como la Cervecería Medvídk?, ubicada en pleno centro, se puede pedir la X-Beer 33, que con sus 33º de alcohol es la más fuerte del mundo. En el mismo sitio se pueden disfrutar otras variedades como la Oldgott Barique, una cerveza que no está ni filtrada ni pasteurizada. La cervecería tiene su origen en el siglo XV, aunque fue reformada luego del período soviético hasta convertirse en el complejo que es hoy, con hotel y un patio donde sentarse a comer y beber los días de buen clima. La única contra, es que como todos los sitios orientados al turismo, es más caro y menos auténtico que otros sitios para los locales. Entre estos se puede buscar la cervecería Pivnice U Hrocha, cercana al castillo y frente a la estatua de Churchill; o el restaurante U ?ernýho Vola donde uno puede pedirse un "Utopenec y Nakladaný Romadur" (una salchica local con vegetales tipica) acompañado de una Kozel y pasar por uno más. O al menos eso es lo que nos gusta creer en esos momentos.

DATOS ÚTILES

Cómo llegar:

Para llegar a Praga es necesario realizar una escala en alguna de las capitales europeas como Madrid, Roma, Paris o Amsterdan. Por lo que se puede partir desde Argentina, en la aerolínea que tenga un precio más competitivo.

Dónde dormir:

Hotel Jalta

Imperdible: Una particularidad excepcional del Jalta es que posee un refugio nuclear, en otro tiempo oculto, en el cual se refugiaría en caso de una lluvia radioactiva la cupula militar del Pacto de Varsovia.

El detalle: En el vestíbulo del hotel se exhibe una de las serigrafías de Andy Warhol sobre Franz Kafka. Esta imagen original de 1980 proviene del conjunto "Diez retratos de judíos del siglo XX".

Vaclavske namesti 45

hoteljalta.com

Hotel Yasmin

Imperdible: Ubicado a pasos de la Ópera, el Museo Nacional y la Plaza de San Wenceslao, y a pocos minutos de la Torre de la Pólvora, la Plaza Vieja y la Torre del reloj. Habitaciones con diseño, cómodas, limpias y bien insonorizadas.

El detalle: El desayuno, es realmente exquisito y abundante.

Politickych Veznu 12 / 913

www.hotel-yasmin.cz

Four Seasons Hotel

Imperdible: A orillas del río Moldava y a sólo unos pasos del mítico Puente Carlos, se levanta este hotel que entrelaza armónicamente siglos de arquitectura con toda la tecnología del futuro. Comprende tres edificios históricos de los períodos Barroco, Neoclásico y Neorenacentista, fusionados en un nuevo edificio contemporáneo. Contiene 161 habitaciones, que incluyen 20 suites.

El detalle: Disfrutar en el restaurante Allegro de una tabla de quesos y ahumados, elaborada por un chef italiano, tan culto como divertido.

Veleslavínova 2a/1098

www.1.fourseasons.com/es/prague/

Dónde comer

U Prince

Imperdible: El restaurante forma parte del mítico hotel U Prince, ubicado en la Plaza Vieja, casi en frente del Reloj Astronómico del Siglo XIV. Allí se sirven las mejores especialidades de la cocina checa e internacional. Los precios, a pesar de ser un 5 estrellas, son realmente muy accesibles.

El detalle: La terraza que funciona como salón principal comedor. Es uno de los mejores lugares en el mundo en los que he comido, aquí los platos pasan a un nivel secundario, ya que lo que cautiva es la vista extraordinaria de la ciudad de Praga que se puede apreciar desde este majestuoso espacio a cielo abierto.

StaromEstske namEsti 29

www.hoteluprince.com

Como Restaurante

Imperdible: Un lugar que hay que ver en Praga y en el que se puede disfrutar de excelente comida mediterránea y asiática, tanto como de especialidades checas modernas.

El detalle: El bar y la terraza del restaurante Como dan a la animada avenida de la zona céntrica, que años atrás fue escenario de una inolvidable rebelión estudiantil.

www.comorestaurant.cz

Terasa u Zlate Studne

Imperdible: Este amable lugar es un hallazgo total, se trata de un edificio del año 1528, con excelentes vistas, deliciosos platos, acompañados de un cálido servicio. Es un poco caro, pero vale la pena, al menos una vez en la vida.

El detalle: El Jamón de Praga es famoso, pero el que sirven en este Restaurant es simplemente impresionante.

U Zlate Studne 166/4

www.terasauzlatestudne.cz

Más información sobre Praga: info@czechtourism.cz - www.czechtourism.cz

Lic. Martín Rubinetti

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